Acuérdate de Acapulco
El origen de Acapulco se remonta a la época colonial, cuando el puerto sirvió como base para el comercio con Filipinas a través del Galeón de Manila, empresa de alcance global.
Fue el primer polo de desarrollo turístico impulsado por el Estado mexicano en la segunda mitad del siglo XX como parte de una estrategia para favorecer la evolución en la costa de Guerrero, uno de los entornos más pauperizados del país.
El apoyo gubernamental para Acapulco consistió en estímulos fiscales, créditos con bajas tasas de interés y la dotación de la infraestructura requerida, atrayendo importantes inversiones de capital nacional y extranjero que se materializaron en hoteles, fraccionamientos, departamentos y comercios, generando fuentes de empleo y la prestación de servicios especializados. Con ello, el puerto mantuvo un explosivo aumento poblacional, pasando de 28,512 habitantes en 1950 a 779,566 en el año 2020, de acuerdo con datos del INEGI.
Con el ánimo de dirigir un crecimiento ordenado se formuló el primer plan de desarrollo urbano bajo la dirección de Carlos Contreras y en 1951 se creó la Comisión de Planificación Regional de Acapulco buscando implementar lo planeado. Para 1987 se autorizó el primer Plan Director de Desarrollo Urbano, actualizándose en etapas sucesivas, siendo vigente el aprobado en 2002. Sin embargo, el espíritu de estos esfuerzos fue rebasado por situaciones complejas como la alta migración, procesos de especulación territorial y la deficiencia en el mercado de suelos, resultando en un ambiente descontrolado y desigual.
Ello provocó una constante invasión ilegal de predios, dificultades para introducir servicios públicos e infraestructura adecuada, así como la destrucción de zonas de alto valor ambiental y paisajístico. Además, los pobladores fueran desplazados a las periferias acentuando la marginación social. Pero uno de los temas más sensibles es la canalización de aguas negras en forma directa al mar, impactando en la crisis del destino a partir de 1980.
Por lo que respecta a la zona turística, ocupa tres grandes núcleos: 1) Acapulco Tradicional, que abarca de la playa de Caleta al Centro Histórico; 2) Acapulco Dorado, del Centro Histórico y a lo largo de la Costera Miguel Alemán; y, 3) Acapulco Diamante, de Puerto Marqués hasta el aeropuerto. Dicha franja turística contrasta con el resto de la población, manifestando una clara división socio-espacial.
La actividad turística descontrolada se etiquetó como “acapulquización”, ejemplificando los problemas de deterioro extremo en un destino, sin aprovechar los beneficios multiplicadores que el turismo supuestamente debería generar. Esta competitividad débil se manifiesta en la baja sustancial de visitantes de alta capacidad de consumo quienes prefieren otras opciones, a pesar de la amplia oferta disponible.
Recientemente tuve oportunidad de visitar Acapulco y comprobar que, a pesar de la belleza que lo envuelve, siguen presentes los problemas de contaminación de aguas negras en el mar, una clara polarización social y un clima de violencia generalizada, fortalecida por la pugna entre grupos delictivos rivales. Ojalá que nos sirviera de incentivo para evitar caer en la trampa que ellos mismos tendieron, quizá sin darse cuenta.