¿A qué nos invita Barbie, la película?

Aprendiendo a ser feliz / Hania Sosa / Psicóloga

Esas presiones “externas” están realmente en nuestro interior y, sólo depende de nosotras dejar de hacerles caso

Durante las últimas semanas he estado sumergida en temas relacionados con las presiones que vivimos las mujeres sobre distintos aspectos de nuestras vidas.

Inició siendo una investigación acerca del tema de las no maternidades (el hecho de llevar una vida sin hijos, ya sea por elección o por circunstancias) que me ha llevado a encontrarme con más y más temáticas en las que las mujeres terminamos viviendo bajo presión.

Estoy consciente de que esto no es novedad para mucha gente y que, leer este texto, hasta podría hacerte pensar “¿pues en qué mundo vive?” Sin embargo, debo confesar que, aunque claro que siempre me he dado cuenta que existen todas estas expectativas en relación a la mujer, lo que me ha ocurrido en las últimas semanas es que de pronto todas se vinieron como en avalancha; y no precisamente que me estén ocurriendo a mí, si no que de pronto las mujeres que se acercan a mí para acompañamiento psicoterapéutico, empiezan a referir estos temas con más frecuencia.

¿Cuál es la diferencia ahora? ¿Soy yo la que está poniendo más atención o son las mujeres las que han estado empezando a trabajar más en estas problemáticas? Quizá sean las dos cosas.

El asunto es que, si de por sí traía estos temas rondando por mi cabeza, ayer que fui a ver la película de Barbie, sentí cómo toda esa avalancha cayó sobre mí. Una película que a simple vista podría parecer algo de lo más superficial o trivial que uno pudiera escoger ir a ver al cine, vino a dejarnos con la boca cerrada, pero con los ojos y oídos muy alertas.

La película de Barbie, desde mi punto de vista, es una invitación a reflexionar y actuar.

Reflexionar acerca de cómo se supone que debe lucir una mujer, a qué debe dedicarse, qué debe sentir, cómo debe comportarse; también invita a reflexionar acerca del papel que juega el hombre en su vida y qué es lo que define a un hombre más allá de su pareja, su auto, sus pieles, sus posesiones, etc. Invita a hacerte la pregunta: ¿Qué quiero ser? ¿Quién soy? Y claro que también te recuerda que aquello que seas, es suficiente.

En cuanto al actuar, pienso que es una invitación a que también nos pongamos en movimiento, que no sólo sea cuestión de hablarlo, de decirlo, o sólo de pensarlo. Tenemos que saber ponernos en marcha para hacer la diferencia; hacer equipo, ser comunidad.

Me he podido dar cuenta que las mujeres tenemos siglos cargando con diferentes expectativas sobre nosotras y que, aunque en apariencia nos hemos deshecho de algunas, en la realidad podría decir que incluso ahora tenemos más que antes… y solemos echarle la culpa a los hombres, al patriarcado, al machismo, etcétera, pero creo que va más allá.

No digo que nada de eso importe, por supuesto que sí. Sin embargo, mi análisis me lleva a la conclusión de que tenemos que dejar de buscar culpables y empezar a hacer en nuestra propia vida aquellas modificaciones que necesitamos para vivir felices, para sentirnos plenas, para dejar de estarnos comparando; porque al final de cuentas, si nos dejamos llevar por la corriente, mucho de lo que hacemos termina siendo para aparentar algo, y no es precisamente hacia los hombres, sino hacia las demás mujeres.

Deberíamos empezar a cuestionarnos para qué hacemos lo que hacemos; ¿es realmente porque lo deseo? ¿Es porque me gusta hacerlo? ¿Es porque lo disfruto? ¡Entonces síguele! Si es POR TI Y PARA TI, ¡adelante! Pero no en comparación o competencia con otra persona (o mujer), sino en competencia contigo misma. Si lo hacemos de esa forma, entonces podremos hacer equipo con todas las demás. Ser verdadera comunidad. Sólo así dejaremos de sentirnos tan presionadas. Finalmente, esas presiones “externas” están realmente en nuestro interior y, estando ahí, entonces sólo depende de nosotras dejar de hacerles caso.