¿Es machista el Impuesto Rosa?
Ir de compras y gastar por productos de aseo de primera necesidad impacta más en el bolsillo de las mujeres que de los hombres, pero ¿por qué?.
También en la contratación de servicios como seguros de gastos médicos existe una diferencia de precio para las féminas que para los varones; pero esto no necesariamente tiene que ver con el índice de mortandad, sino de natalidad, pues a la mujer se le aplica una suma diferente para la cobertura de gastos por futuro embarazo, además que las aseguradoras se basan en los indicadores de longevidad y enfermedades.
Es así como el llamado “impuesto rosa” se aplica a diferentes servicios y productos enfocados a captar o beneficiarse del mercado de las mujeres, ya que es este sector el que consume más variedad de artículos personales, para el hogar u oficina.
El Impuesto Rosa se trata de un aumento o diferencia de precio en los productos y servicios que van dirigidos a la mujer, esto no es definido por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), mucho menos por la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) o la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Conducef).
Ese “extra” en el precio se debe a estrategias de mercadotecnia y financieras que establece una empresa con base en el costo de sus cadenas de producción y distribución, pero también incluyen el porcentaje de ventas, es decir, los atributos que posicionan tal producto en la preferencia de sus clientes potenciales, o bien los distintivos que aportan valor al artículo. En pocas palabras, los gastos publicitarios.
Desde el neuromarketing esto se analiza con frecuencia, pero solo para conocer el impulso y necesidad que tienen las clientas para realizar la compra.
Por ejemplo, una mujer primero elige un champú por su presentación, después lee acerca de los beneficios -tal vez solo el texto principal y frontal-, enseguida abre la tapa y presiona el recipiente para percibir el aroma, si es agradable ella inmediatamente se está imaginando llegar a un lugar oliendo delicioso su cabello, el cual además va a proteger de la contaminación, radiación solar y lucirá más saludable.
El éxito del champú lo analizaría la mercadotecnia por el punto de venta, precio, producto y si tiene alguna promoción; la publicidad tomaría esos indicadores y los transformaría en un mensaje visual o auditivo para llevarlo a diferentes medios de comunicación. En cambio el neuromarketing buscaría conocer el verdadero interés del consumidor a partir del mensaje que se difunda, pero se hace un estudio minucioso y con una metodología aplicada, no se parte de la intuición ni focus group.
Todo lo anterior son algunos de los procesos, análisis, estructuras, estrategias, planes, proyectos, comunicación, organización y más aspectos que una empresa -las que invierten en mercadotecnia- consideran al momento de definir el precio de un producto. Por supuesto están los costos, todos los que se hacen para que ese artículo nuevo o popular llegue a la estantería de nuestro súper o tienda favorita. Este enorme esfuerzo es principalmente porque las mujeres compramos más, en variedades y nos encantan los detalles.
Aun así se reclama que no existe justificación para la aplicación del “Impuesto Rosa”, por lo que se abre un nuevo capítulo y comienza a defenderse el derecho de la mujer por tener acceso a productos -sin detalles especiales- con precios similares a los que se comercializan para hombres.
Es cierto que hay artículos que solo tienen etiquetas de color diferente, incluso con propiedades simples y hasta engañosas que tienen ese “impuesto rosa”, solo por verse lindo.
Recuerden que como consumidoras tienen la libertad de comprar lo que se ajuste a su bolsillo, y además pueden obtener información de diferentes fuentes para comprobar la reputación del producto o servicio.
Hoy se discute el “Impuesto Rosa” en el Senado como un tipo de agresión, violencia y discriminación hacia la mujer, por lo que veo muy cerca que entre una Ley en la que se impongan sanciones a empresas que definan precios más altos en productos o servicios solo porque obtienen mayores ganancias de las mujeres -pues compramos más-.
Se cataloga al “Impuesto Rosa” como un acto machista, ¿será? Me parece que lo más importante e inmediato es corregir esas diferencias de precios hasta en un 50 por ciento más para mujeres. La mercadotecnia ya debe abandonar esta vieja práctica.