“Nos rebasó la velocidad del desarrollo…”: Luis Álvarez Gutiérrez
Miguel Ángel Ocaña Reyes
Conocí al señor Luis Álvarez Gutiérrez en 2012 gracias a Eduardo Rincón Gallardo, quien lo invitó al programa de radio De Genios Poetas y Locos que se transmite lo lunes de 7 a 8 de la noche por Radio Universidad de Guadalajara en Puerto Vallarta, en esa ocasión nos cautivó con su profundo conocimiento de este destino turístico y una cultura general notable que lo hizo ser un excelente conversador.
Por su notable aportación a la arquitectura de Puerto Vallarta y como un ciudadano distinguido por su labor, reproduzco a continuación la entrevista que le hice el 16 de julio de 2012.
Nació el 28 de enero de 1928 en el Distrito Federal, pero fue criado en Cotija Michoacán, hijo de Eloísa Gutiérrez y Calixto Álvarez, tuvo una hermana de nombre Esperanza.
Los senderos de la vida lo llevaron a involucrarse en la ingeniería y arquitectura, actividad que le permitió viajar y realizar numerosas y diversas construcciones, sin embargo, cuando conoció Puerto Vallarta, llegó para quedarse, pues hizo familia con la señora Lolita Covarrubias con quien procreó dos hijos, Mauricio y Ana Eloísa. Previamente estuvo casado con Gloria Arrache, con quien tuvo tres hijos, Mateo, Loreta y Sebastián
Luis Álvarez fue un hombre que disfrutó la vida, fanático del tenis construyó una de las primeras canchas en Plaza Las Glorias cuando el predio era de Teresa y Bob Lewis, deporte del que fue maestro y enseñó a sus hijos. Entre sus construcciones se cuentan numerosos condominios, como La Cañada, Las Flores, Bolivia, inició la construcción de la Parroquia de la Santa Cruz en colaboración con el padre Benjamín Zavala. Adquirió una propiedad en San Sebastián del Oeste que llamó el Pabellón de San Sebastián, inmueble que vendió y que nunca le fue pagado.
Tuvo como amigos a personajes como José Pimienta, Guillermo Wulff, Lalo Navarro, Luis Favela, Everardo Navarro, Popo Gómez y Antonio Santobella entre muchos otros.
Toda una vida dedicada a la arquitectura, más de 60 años, es la que Luis Álvarez Gutiérrez vivió con orgullo, y que, desde su llegada a Puerto Vallarta, desarrolló incansablemente, lugar al que ha hecho una aportación importante al ser uno de los pioneros de la construcción local, compartiendo momentos y siendo testigo de los grandes cambios que ha sufrido este destino turístico.
¿Cómo era Puerto Vallarta cuando llegó?
Contra todas las formas clásicas de desarrollo en este país, sobre todo en la provincia, que es primero la casita de palo, la de palapa, luego le ponen unos ladrillos, luego teja, y es una secuencia en la que el hombre va aplicando mejores materiales hasta hacer de su casita una casa confiable, aquí no sucedió así, aquí desde un principio hubo edificios y casas fuertes, consistentes, tipo provincial, pero de adobe, barrote, teja y pisos de barro y de ladrillo, esa era la tónica en los años mil ochocientos y fracción, hasta el año en que yo llegué, donde empezó a sentirse ya una presión de desarrollo en la que empezaban a necesitarse otros materiales que no fueran los clásicos, vamos a llamarles primitivos, el adobe, las tejas, etcétera, y empezó a hacerse mosaico de colores, empezó a cocerse “medio pliego” que le llamaban, unos ladrillos de cinco centímetros de grueso por 25 x 50, los cuales constituían la parte que entre vigas cerraba un techo uniforme, y como piso también se utilizaba, entonces ya el material cocido empezó a tomar su lugar en el desarrollo de Vallarta, cuando yo llegué ya estaba en ese momento.
¿En qué consistió el llamado Estilo Vallarta?
Durante cincuenta y tantos años que llevo aquí, se ha hablado del Estilo Vallarta, no existe ningún Estilo Vallarta, existen 400 estilos Vallarta, porque cada año, cada mes, vienen arquitectos con otro concepto, con otra educación profesional, dueños con otro dinero, con otro hábitat, vienen arrastrando su educación, quizá norteamericana, su educación capitalina, y ya traen otro concepto de su hábitat.
Sin embargo, debió haber un estilo que predominó.
Fue el momento en que usamos ya los cocidos, los azulejos, los mosaicos, etcétera, con que se desarrolló prácticamente la parte del malecón y la parte de arriba del viejo pueblo de Vallarta, ahí hay algunas casas notables de ese estilo, que llamaríamos mexicano, provincial mexicano, de unos diez, quince años en que fue vigente, después desaparece y sigue la corriente del modernismo, que a la fecha ha continuado.
¿Cómo se dio el periodo arquitectónico de Guillermo Wulff y Bernardo Higgins”
Había lo que se llamaba la Reina de Arriba y la Reina de Abajo, la Reina de Arriba era la esposa del buen amigo Fredy Romero, que todavía su familia la habita, es la casa más reconocida de ese estilo en ese tiempo, y su esposa era conocida por la Reina de Arriba porque eran los dominios arquitectónicos en cuanto a creatividad, la familia Bobadilla, muy numerosos, con muchos albañiles, con mucha gente dedicada a la construcción, y Fredy Romero un excelente promotor, se adueña de ese equipo de excelentes trabajadores con el maestro Filomeno Bobadilla, y primos y sobrinos y todo, y tiene el tino Fernando de dejar al maestro Bobadilla hacer lo que él consideraba bueno, y le quedó una obra con un acento muy humano, muy valioso, sin olvidar también los aportes que a la arquitectura y a la ingeniería hicieron el ingeniero Floritos, que es uno los pioneros, después vino el gran amigo Pepe Díaz Escalera.
La Reina de Abajo fue por de los Wulff, las construcciones que se hicieron en la zona de Conchas Chinas, Amapas y todo ello, y ya ellos dieron el gran impulso para el desarrollo condominal, condohoteles, todo el gran desarrollo y la aportación que se hizo, para llevar a la modernidad a partir de fines de los sesentas, inicios de los setentas.
¿De qué manera cambió la arquitectura al llegar a filmarse La Noche de la Iguana?
La arquitectura en Vallarta no cambió, pero cambió la modalidad de relación, cambió el volumen de gente que se interesaron en Vallarta, fue un acto de publicidad mundial el que estuviera Liz Taylor y Richard Burton, fue un impacto que le dio a Vallarta la oportunidad de crecer, pero arquitectónicamente no, porque lo que hizo el ingeniero Guillermo Wulff en el set de La Noche de la Iguana, eran casas de ladrillo con adobe, con paja, etcétera, y sí repitió caseríos formales de una provincia, de un puerto, en donde se desarrolla la película, pero Liz Taylor y Richard Burton tuvieron el placer de vivir en una casita que les hizo Guillermo en la parte de arriba de la calle Corona, les hizo hasta un puentecito.
Lo importante de todo esto es que La Noche de la Iguana marcó precisamente el nacimiento de las grandes cantidades de turistas que vinieron a Vallarta, por un detalle, porque Liz Taylor y Richard Burton, caminaban en todas las calles, y nadie jamás los molestaba, saludaban a todo mundo, y por primera vez se sintieron libres y felices con su vida viviendo en Puerto Vallarta, esa fue la mejor publicidad, lógicamente ya para ese momento ya habíamos aquí arquitectos, yo colaboré con Guillermo proporcionándole materiales y todo para La Noche de la Iguana, que los llevábamos en lancha, fue una proeza hacerlo, se llevaba el material a la playa, se tomaban lanchas, se cargaban, y a remo hasta donde estaba el set de La Noche de la Iguana que era en la descarga del río Mismaloya, pero en la parte oriente.
Pero quiero remarcar algo más importante, Puerto Vallarta ya adquirió otro sentido de su relación turística, se montó una joyería mejor, se montaron restaurancitos en la playa, se dignificaron, hubo un crecimiento de los aspectos turísticos muy importante.
¿Cuáles fueron los primeros restaurantes importantes?
La Palapa y El Dorado, pero nunca desapareció un changarrito que manejaba el Güero para algunos amigos, que ahí nos vendían una cerveza y un pescado dorado en 50 centavos, con un peso te echabas un lonche que jamás te hubieras imaginado.
¿Qué recuerda de “los burreros”?
El patriarca de los burreros se llamaba Agapito Becerra, y tenía su casita pegada a lo que era la entrada al mercado Gutiérrez Rizo, al otro lado, y ahí encontrabas a Don Agapito y le solicitabas piedra, arena, lo que querías, y él con sus burritos subía el cerro y te depositaba los materiales básicos, por cierto, que nos llevaba arena, pero muchos de mis compañeros arquitectos e ingenieros no la lavaban, y tal como se llevaban la arena que venía del mar, saturada de sales, la empleaban en el concreto, y eso 15 o 20 años después hacías una reparación en una casa de esas, y ya el acero no existía, existía el óxido nada más, que se lo había tragado la sal, eso lo vi docenas de veces a lo largo de mi vida.
¿Recuerda la construcción tipo bahareque que había en la región?
Ese tipo de construcción, que qué bueno si tú las viste, porque fueron las últimas casas de 1500 o 2000 años de cultura de tipo prehispánico que había en toda la región, desde lo que llamaríamos sur de Sinaloa, hasta lo que es Colima, se utilizaba ese tipo de construcciones, la construcción más sólida que te protegía más para el frío y el calor y no te caía una gota de agua…
¿Cómo se hacía?
Era un tejido de vara que armaba un petate muy poderoso, lo amarrabas y luego le untabas barro si querías y hacías unos muros maravillosos de una gran frescura, eran térmicos, no les hacían nada los temblores, los ciclones, nada les apartaba a esas casitas que estaban perfectamente ubicadas para servirle a todos los habitantes prehispánicos, con los años se conservaron algunas…
¿Con usted cuántos arquitectos había en Puerto Vallarta?
Había como 18, hoy en día hay más de 600, yo no tengo ningún registro profesional, soy honoris causa de la Federación de Arquitectos de la República Mexicana por una concesión que mis hermanos Arquitectos me concedieron, yo no se las pedí, ellos me dijeron, “tú debes ser honoris causa”, mi carpeta de trabajo de arquitectura es de este pelo (muestra su mano y la extiende como su tuviera entre el pulgar y el índice diez centímetros de papeles), setenta años metido en las obras…
Pero aquí hay un detalle muy importante, Puerto Vallarta en el año de 1950 no tenía profesionistas de la construcción, el primero que llega es el ingeniero Flores, le decíamos Floritos, él venía egresado del Instituto Politécnico Nacional como ingeniero civil y él inició trabajos de muy buenas casitas que hizo, después de él llegó el ingeniero Marcial Reséndiz, que vino a hacer las escuelas 5 de Mayo, todas esas escuelas que hizo Don Agustín Flores y que el ingeniero Reséndiz fue quien las llevó a cabo. Después vino el ingeniero Wulff, llegué yo junto con Guillermo, que nos conocíamos desde México, y cada quién en su onda, pero yo me metí en un asunto muy importante para la vida de Vallarta, yo dediqué un año de mi vida a construir la fábrica de materiales de barro, la Cerámica Vallarta, que fue la primera industria que hubo en Puerto Vallarta además de la construcción, material que todavía se ven en Vallarta, pero después de él llegó el ingeniero Luis Favela Icaza, después de eso viene el ingeniero José Steider y viene Zuña Gershenson y hacen el Posada Vallarta bajo la dirección del arquitecto Francisco Artigas Barraza, quien marca con lo que modificó más a Vallarta, que no fueron las casas, fueron los grandes edificios, comercios, hoteles, etcétera, que empezaron a dar una tónica diferente de la arquitectura, y esa le corresponde al hotel Posada Vallarta… después llegó Pepe Díaz entre otros a los que les abrimos la puerta, yo les conseguí chamba a muchos de ellos…
En esos mismos años, ya que estaba el Posada Vallarta, traemos a Pirulí para que nos haga unos festejos para el jardín de niños que yo había construido con nuestro propio esfuerzo en la zona del parque Lázaro Cárdenas, y el Pirulí se fascinó con nosotros, todos cantábamos, mi comadre Marcela, yo cantaba, había mucha gente que teníamos un tono para el canto y le entró él, y de hecho él mejoró su canto y después se hizo un profesional.
¿Qué obras suyas recuerda?
A mí me tocó hacer otra obra con el ingeniero Reséndiz, hicimos la escuela preparatoria, la hicimos, ahí se fundó y llegué a ser Director de la prepa, pero es otro momento epopeyico en el que uno tiene que hacer de todo, después hicimos la casa de Peter O’Toole, la hicimos Marcial y yo en El Cerro, hay muchas obras que hicimos aquí, pero aquí hay algo que hay que tomar en cuenta, que Vallarta ya no se detuvo, fueron oleadas y oleadas de inversión, cada vez más poderosa, cada vez con otros acentos y el poder, la relación del poder de la comunidad empieza a alterarse y nosotros éramos los líderes del pueblo y pasamos a ser sus gatos nada más.
¿Cómo llegó a Puerto Vallarta?
Por azar, yo era parte de un grupo de arquitectos de México, Azpe y M, Alejandro Prieto y Manzanares, en el cual yo era parte de los que hacían las obras e iba y venía, entre esas obras el Teatro de los Insurgentes, yo fui el residente, ahí caminaba sobre las vigas de fierro y me valía, ahí tengo fotos de todo, eso, pero nos veníamos de vacaciones porque el arquitecto Prieto era marinero, tenía su barco, entonces se iba a Acapulco y se venía en el barco acá, aquí lo recibíamos, nos divertíamos, y él se regresaba a Acapulco y nosotros en Jeep nos regresábamos a México, la primera vez que vinimos nos dijeron, “ya se inauguró la carretera a Puerto Vallarta”, eso en 1956, “ya no hay necesidad de dar la vuelta a Tepic”, decían, “por Ameca agarras la brecha, te vas derechito a Puerto Vallarta”, yo traía un Jeep con una lancha atrás, yo he sido bueno para manejar, decían “que el Güero Álvarez que se la lleve”, a los diez kilómetros, que digo: “oiga maestro, se me hace que no hay carretera”, y que me dice, “no la friegue, si aquí está en el periódico, declarada, inaugurada…”, nos paramos con un señor, le preguntamos si íbamos bien a Puerto Vallarta, nos dijo “Ei, sí”, ¿por dónde nos vamos?, “por ahí… cuidado con las piedras”, ¿cómo está el camino?, “igual”, ¿y cree usted que lleguemos?, “en unos dos o tres días”, oiga señor fíjese que nos dijeron que ya estaba hecha la carretera… “no, regrésense, váyanse a Tepic, a Matanchen, y ahí embárquense a Puerto Vallarta con su lancha…
¿Qué opina de la nueva obra del malecón?
El malecón es un centro turístico que creció desde tener ahí unas paletitas, unos raspados, unas chelas y unas tostadas en un carrito, hasta el centro turístico que está ahora lleno de grandes restaurantes, de grandes espacios de alto turismo, tardó 60 años en desarrollarse… ¿qué ha pasado en el malecón?, que la demanda turística ha ido imponiendo necesidades de un comercio, de un lugarcito para estacionarse, de una casita mejor, los que tenían casas en el cerro han mejorado, algunos otros hicieron departamentitos, etcétera y fue creciendo el malecón con un límite muy claro que era el hotel Rosita por un lado y el río Cuale por el otro, sin embargo en unas fechas recientes, hubo una decisión de ampliar ese mercado turístico con mucho mejores instalaciones porque eso es lo que quiere el turismo y se inició una obra afortunada porque implica la mejoría del turismo, pero desafortunada, porque en mi muy personal opinión no se llevó a cabo mediante los aspectos fundamentales que una obra de ese carácter debe de llevarse…
¿Cómo cuáles?
Primero de ellos el consenso, no hubo consenso con la gente que vive ahí. Segundo lugar, no hubo un proyecto específico calificado y autorizado, no hubo un presupuesto que avalara el carácter de la inversión, no hubo un permiso, es una obra que se hizo apresuradamente para llenar un hueco, evidentemente, pero no llenó expectativas de carácter político-social que tiene que llenarse para que marchemos correctamente la comunidad…
¿Este malecón afecta la identidad del centro de Vallarta?
No precisamente, es una obra bien hecha, tiene sus espacios recreativos, tiene sus colchones de acomodo social, todo, muy buenas instalaciones turísticas, lo que pasa aquí es que eso era el pueblo con su malecón, ahora es el malecón con lo que quedó del pueblo, el pueblo quedó afuera, marginado prácticamente del malecón, el malecón es eminentemente un espacio turístico y la gente que vive ahí ya no tiene cómo hacer su hábitat normal con sus familias, hay un choque de intereses y de comportamientos. Más allá del tiempo y del espacio, nos rebasó la velocidad del desarrollo, nos rebasó nuestra capacidad creativa, nuestra capacidad de aplicar medidas correctas, de construir lo que se debe de construir donde se debe de construir, nos rebasó el tiempo.