“La carga pesada la traía uno por barco de Manzanillo”: Cayo Curiel
De los cien años que Puerto Vallarta cumplirá como municipio en 2018, Don Leocadio Curiel ha sido testigo de 82 de ellos, los ha vivido, y ha conocido a gran cantidad de personajes que han dejado su huella, al igual que él, en este destino turístico.
El señor Leocadio “Cayo” Curiel, llegó a Puerto Vallarta en diciembre 1935, cuando contaba solo tres años, antes, cuando apenas tenía meses de edad, sus padres lo llevaron a San Sebastián para después apostarse en este destino.
En entrevista, Don Leocadio Curiel comparte sus recuerdos del Puerto Vallarta de los años cuarenta y cincuenta, transportándonos con la imaginación al pueblo rural que aislado de las grandes ciudades, vivía una época tranquila, antes de la llegada del turismo que le cambió para siempre la vocación a este destino.
¿Cómo era Puerto Vallarta en 1957?
En ese entonces no había carretera, porque la carretera la hicieron hasta 1968, en el 57 había servicio de comunicación con Guadalajara para la carga, para los pasajes en las secas de noviembre a junio, pero llovía, crecía el río Ameca y se suspendía el servicio, y la brecha también se destruía y ya no había comunicación, menos por el lado de Las Palmas, era brecha pero entró posteriormente. La primera comunicación que hubo aquí fue de Compostela a Vallarta, fue en 1945, pero por brecha hacía uno en carro con carga, entre 20 y 22 horas de Guadalajara aquí, la ruta era Guadalajara-Tepic-Compostela, ese era todo el recorrido de más de 20 horas, porque por el lado de Mascota no se podía, porque hasta el 55 más o menos entró la brecha de Mascota a Vallarta, hacía uno siete u ocho horas para Mascota, y para Guadalajara otro tanto porque tampoco había carretera, era pura brecha.
¿Qué sí había?
En los años cuarenta había servicio de avioneta de Los Fierro, tanto que una avioneta de esas cayó en frente del hotel Tropicana en Los Muertos, porque el campo de aviación estaba en donde está el parque Lázaro Cárdenas, ahí aterrizaban las avionetas, era un campito de usos múltiples, era una pista de aterrizaje, luego campo de futbol, en seguida una plaza de toros, ahí era todo surtido, y esa avioneta despegó de ahí con nueve pasajeros entre grandes y chicos, despegó y cayó como a cien metros de la orilla, al dar vuelta ahí se clavó al mar, era un avión de un motor, el piloto era Arturo Fierro y ahí se mataron una señora, Juana Curiel, dos nietas, el piloto, y el hijo de un doctor que iba ahí, y quedaron vivos el doctor, la esposa, un niño de 6 meses, y una maestra.
La gente se metió inmediatamente y sacaron lo que pudieron, al último que sacaron fue al piloto porque estaba amarrado con el cinturón, así que Vallarta era otro. Después vinieron Transportes Aéreos de Jalisco con DS-3 y en esos tiempos había un vuelo diario.
¿Era caro?
No, no era caro, valía como 47 o 50 pesos el pasaje, a México valía 108 pesos en ese tiempo, a DS-3 los nombraron después la Guajolota…
¿Por qué le pusieron Guajolota?
Pues no sé, quién sabe quién le pondría así, pero la gente le decía la Guajolota, la Guajolota y ya se quedó así. En esa traía uno mercancía, había vuelos especiales que contrataba uno por tres mil pesos, de aquí se llevaban coquito de aceite, plátano, cerdo, pieles saladas de res y de cerdo, y cuando se completaban las tres toneladas se las llevaban a Guadalajara, y de allá para acá traía uno mercancía, frutas verduras, galletas, algo liviano, porque la carga pesada la traía uno por barco de Manzanillo, mandaba uno la mercancía de Guadalajara por tren a Manzanillo, la consignaba a un consignatario, Alfredo Ruiz Seco, y él nos la mandaba para acá en barco, porque no había otro servicio.
Los barcos sacaban de aquí el maíz, el fríjol, el tabaco, y de allá para acá traíamos la mercancía pesada, eso fue entre los cuarentas y cincuentas hasta que hubo carretera, porque como te decía, de noviembre a junio transitaban bien los camiones de pasaje, los “oranches” que les decían, y los camiones de carga, y ya de julio a octubre crecía el río, no había puentes, el puente lo hicieron hasta que hicieron la carretera en 1968.
¿Dónde estuvo la primera cantina de Vallarta?
La más concurrida era en frente de donde nosotros teníamos la tienda, donde está ahorita una paletería, frente al Starbucks, ahí estaba un señor que se llamaba Ismael Mariscal al que le decían “El Chacurru”, y era muy concurrida, esa era una. Otra cantina de muchos años era la del señor Francisco Lepe, papá del pintor Manuel Lepe, y estaba al otro lado del Cuale, de donde está la plaza Lázaro Cárdenas, una cuadra o cuadra y media para acá (hacia el Cuale), y se llamaba “El Atracadero”, porque ahí atracaban todos los borrachitos, venían de Los Muertos, de por allá, y luego en Los Muertos siempre fue cantina, muy concurrido, todo mundo iba a la playa, había una palapa muy grande que era de Cloro Palacios.
¿Cuándo usted creció ya estaban esas cantinas?
Ya estaban, antes de llegar a Los Muertos estaba otra cantina de un señor Carlos Arreola que se llamaba El Quijote…
¿Quiénes eran los peluqueros de ese entonces?
Aquí el peluquero era Salvador Covarrubias, estaba media cuadra debajo de la iglesia, él cortaba el pelo, y luego otra peluquería que estaba donde es el Banco Nacional, por la Juárez, estaba Federico Nungaray, y otro peluquero que estaba ahí, todavía vive, Neo Ruiz, otra por ahí de un señor Espinoza, era más sencillita, por la Juárez estaba esa.
¿Qué tiendas había?
Bueno, las tiendas, la “Wall Street” era la Juárez, porque estaba Don Antonio Guereña con una tienda, Mateo Gómez, debajo de la iglesia, José Baumgarten Joya debajo de la iglesia también, en seguida Gabriel Nuño, luego José Carranza, en seguida Paco Fernández, y había muchas tiendas, y todas las tiendas que nombro, vendían ropa, abarrotes, de todo vendían.
¿Qué población habría entonces en Vallarta?
Yo creo que unos cuatro mil habitantes a lo sumo, nada más en el centro y el cerro. Cuando yo terminé la primaria en 1944, aquí no había secundaria, no había academia, no había nada, entonces yo me fui a Mascota, un primo mío iba a entrar a tercero de secundaria porque en Mascota ya hacía 5 años que estaba funcionando la secundaria, entonces yo me fui, hice un año nada más en Mascota, y ya me vine a ayudar a mi papá en la tienda.
¿Qué oficios recuerda de esa época en el centro?
Había por ejemplo herrerías, eso ya desapareció, había un señor en contra esquina de la escuela 20 de Noviembre, entre Abasolo y Juárez, él hacía machetes, arados, herraduras para los animales, él tenía una fragua, eso ya no existe ahorita. Luego carpinterías, había un señor José Corona, en la Juárez tenía su carpintería, luego otro señor Cortés también tenía otra carpintería, después ya Polo Celis, carpintero, quien fue el que puso la funeraria…
¿Esa fue la primera funeraria?
No, la primera funeraria fue de un señor que se llamaba Eliseo Villaseñor, en la calle Juárez debajo de donde está “Pipis”, en la pura esquina vendían cajones de muerto, y arribita del kínder tuvo una funeraria, pero era muy chico, ya después hubo la Celis, que fue la que tuvo más espacio.
Pero la primera fue la de Villaseñor…
Sí, ahí hacían los cajones, porque cuando no había funerarias y demás, los cajones tenían que hacerlo sobre pedido, de madera, los carpinteros iban, le tomaban la medida al muertito y le hacían su cajón de madera y luego lo pintaban de negro, pero mientras el difunto velándose en su casa, y ya hasta que hacían el cajón lo metían, todo era rudimentario.
¿Qué otros oficios recuerda?
A veces había afiladores que silbaban y uno salía, estaba Salvador Covarrubias que era peluquero y que ya después se enseñó a inyectar y trabajó como enfermero con el doctor José María Guillén, y cuando la Segunda Guerra Mundial, que ya salió la penicilina, la penicilina se tenía que inyectar cada cuatro horas, así que Salvador Covarrubias en una bicicleta a las doce de la noche le ponía su inyección al enfermo, a las cuatro de la mañana en su bicicleta iba con su bicicleta a inyectar otra vez, y a las ocho de la mañana nuevamente, porque eran cien mil unidades, no sé qué, así Salvador estuvo de enfermero, y ya después el doctor José María Guillén que era de salubridad, también juntó a unas señoras, entre ellas la primera enfermera que se dice que hubo aquí, que fue Josefina Cortés, y varias señoras.
¿Qué personajes pintorescos recuerda?
No pues hubo muchos personajes pintorescos, había uno al que le decían “Machencha”, no había periódicos, no había nada, entonces él con una bocina, había un evento o iba a algún evento, y en las esquinas, con su voz grave, se ponía a anunciar que iba a haber un evento u otro; después arregló unos botes y hacía agua fresca de cebada y de Jamaica, y se iba por las calles vendiendo…
Luego aquí a lo que muchos se dedicaron, del río estaba la Playa Bonita, allá asaban pescado en vara, el combustible era el coquito de aceite, lo quebraban y con ese ahí en la playa hacían un surco y ponían el coquito le prendían y ahí estaban volteando, muy rico, lo vendían en una batea, salían a venderlo por las calles en las tardes y salía la gente a comprar. Lo mismo que el pescado fresco, venían por la calle, en un remo colgaban el pescado y con un cuchillo que llevaban le golpeaban al remo y ya sabía la gente que ya venía el pescado, detalles chuscos pero simpáticos.
¿Cómo conservaban la comida?
En la planta de luz congelaban barras de hielo, pero diario estaban huecas porque no era suficiente, luz eléctrica había de las seis de la tarde a las diez y media de la noche, daban un apagón, era la señal de que a los quince minutos se iba a apagar, y todo mundo se iba a su casa. Los refrigeradores que esporádicamente tenía la gente aquí, eran de gas o de petróleo, no había manera, así que el pescado, cuando sacaban mucho pescado, las lonjas de pescado las salaban y las ponían al sol, y era la manera en que se conservaban, la carne, cecina, también la cortaban delgada, la ponían a secar y así se conservaba. En las casas había algo que se nombraba zarzo, era una cosa que se colgaba del techo y estaba hecho de carrizos o madera, y ahí ponían las cosas para que se orearan, pero todo era de consumo rápido; la carne, mataban una res y había que ir por la carne y ocuparla…
¿Quiénes eran los carniceros?
Aquí había una carnicería de Miguel Ibarría, allá en la calle Hidalgo y Guerrero, y como ahí vendían la carne, afuera en la banqueta vendían verdura, camote asado, calabaza, entre otras… aquí por la Juárez a media cuadra de la escuela 20 de Noviembre estaba el señor Alfonso Bernal, que mataban también reces diario, y afuera también había vendimia de verduras, nopales y diferentes cosas.
¿Cuándo usted llegó, ya había luz?
Sí, había una planta de luz por la Morelos en frente de la escuela 20 de Noviembre por la parte de atrás, y aprovechaban con la planta esa, había molino de nixtamal, porque todo mundo llevaba su nixtamal a que lo molieran, y el hielo que hacían ahí también, pero nada más había luz de seis de la tarde a diez y media de la noche, y cobraban por foco, tres pesos cada foco al mes, y todo mundo se consolaba con tener tres o cuatro focos, ahí no tenían medidor.
¿Quién tuvo el primer teléfono?
Ese tardó mucho, en las casas no sé quién sería, pero aquí hubo un servicio de teléfono, pero había que ir ahí a solicitarlo, un señor que se apellidaba Macías, le decían “El Yoyo”, y él tuvo la primera caseta de teléfono, el correo estaba por donde está el Señor Frogs, ahí estuvo siempre el correo, y a media cuadra estaba la caseta telefónica, había que solicitar la llamada, no sé en qué año sería.
¿No había radio?
Radio sí había antes del teléfono, hubo radio porque una línea de aviones que volaban a Tepic, ahí tenían un radio y era lo que hubo de comunicación al principio, luego por ejemplo, un tío de nosotros murió el 7 de octubre de 1963, y entonces la noticia llegó muy temprano por Mexicana de Aviación, y había el telégrafo para lo que se ocupara, todo era a base de correo, mandaba uno paquete y cartas y todo, y el telégrafo ahí mismo donde estaba en aquellos años el correo estaba el telégrafo.
¿En qué se entretenían los niños?
Pues se iba uno a bañar al río, a jugar pelota, béisbol en la playa, porque curiosamente cuando estábamos chicos no había aquí futbol, aquí lo que reinaba era el béisbol y el basquetbol, en la escuela 20 de Noviembre estaba una cancha para básquet, había equipo; de béisbol había un equipo de la CROM, porque no había CTM en ese tiempo, la CROM era la que movía todo de los barcos, todos los movimientos eran de al CROM, y había un grupo que se llamaba Los Pacíficos, que hacía competencia con los de la CROM, en eso se divertía uno, la escuela era mañana y tarde, entraba uno a las nueve de la mañana y salía uno a la una, y entraba a las tres de la tarde y salía a las cinco o seis de la tarde, así que estaba uno ocupado en eso, ahí jugábamos en el recreo, luego que las canicas, que el yoyo, que las rondanas, eran las diversiones…
¿Y ya más grandecillos…?
A los 18 ya marchaba uno y ya quería tener bigote, y luego a escondidas nos tomábamos una cerveza, y al billar, pero también era muy prohibido por los adultos.
¿No había lugares donde bailar o hacer fiestas?
Sí había, ahí donde se nos quemó a nosotros, Los Jardines, ahí había un salón de baile, era bar, y en otro tiempo restaurante, ahí había cancha para bailar; en Los Muertos también había una cancha grande, y en mayo venían orquestas de fuera y se ponía muy interesante.
¿Usted conoció a Mike Laure que hizo una canción de Vallarta?
Aquí pasaba temporadas Mike Laure, allá en Los Muertos, ahí tocaba y todo, llegó a tocar en el Club de Leones también, “Tiburón, tiburón”, y otras, él era de Jalisco, pero tocó antes en Chapala, y ya se vino aquí y le iba muy bien porque había un buen mariachi, Los Pipianes que se nombraban, y una orquestita, esos tocaban en las casas “non santas”, y ya a las doce de la noche se desocupaban y los ocupaba uno para los “gallos”, las serenatas, pero necesitaba uno esperarse a que se desocuparan..
¿Dónde estaban esas casas non santas?
Primero ahí donde está el primer puente que hicieron en el río Cuale, en la parte de arriba estaba un puente colgante, y saliendo del puente colgante estaba uno que le decían “El Tapanco”, y ahí había un burdel, y luego acá abajo estaba otro, había dos, y atrás de la iglesia, a un lado, atrás de la escuela de niñas, a media cuadra estaba otro.
Todo mundo se enteraba de quién iba…
Sí, estaban céntricos, ya después se cambiaron a otra calle, a una parte más lejana, y en una tocaban Los Pipianes y en otra la orquesta que estaba aquí…
¿Y el mercado?
El mercado hubo hasta después, donde está el puente, esa parte hasta la playa era baldío, entonces un presidente municipal vendió todo para abajo…
¿La gente solo se surtía en las tiendas?
Sí en las tiendas, no había otros negocios, en la Juárez había muchos negocios, un señor que se llamaba Francisco Hernández, “El Porta”, porque aquí el plátano es portalimón, y él comenzó vendiendo plátano, ya después tenía su tienda bien surtida, frutas verduras, abarrotes, todo tenía, y una cuadra abajo teníamos nosotros la tienda de abarrotes, ahí vendíamos juguetes, ropa, pinturas, de todo…
¿Qué farmacias había?
Había dos farmacias, de Don Roberto Contreras y de Toño Covarrubias, pero a las nueve de la noche cerraban y ya si ocupaba uno un supositorio para un niño, había que ir a tocarles para que les hicieran favor de venderle, con esas limitaciones vivía uno, la Botica Díaz de Don Miguel Díaz y Don Roberto Contreras, que fue dos o tres veces Presidente Municipal de aquí.
¿Y de hospitales?
No, nada de hospitales, el primer centro de salud que hubo, estuvo donde está el kínder, antes de llegar a la iglesia del Refugio, en la pura esquina, un señor americano, donó 20 mil pesos porque vio que no había nada aquí, para que comenzaran, entonces el centro de salud era un corredor como con unos cuatro cuartos…
¿Con quién acudía la gente para atenderse?
En un tiempo el doctor Alfredo González, ya después el doctor Sahagún vino como del 40 al 42, y luego Guillén, durante muchos años nada más dos doctores había, después vino el doctor Alcalá y otros venían a hacer su servicio y se iban, antes se usaban parteras.