Febrenero
Por: Consuelo Elipe
Es curioso que para mí, los febrero siempre parecen enero…
Enero es un mes de trabajo en España…todo preparando el año y aprendiendo como esponja para aplicarlo en Vallarta Nayarit Gastronómica.
Pero este proceso implica que enero se convierte en un “mes nube” que parece que no existe, que no es ni del año que acaba ni del que comienza. Es como parte de las navidades que son tierra de nadie porque las celebraciones lo ocupan todo. Los Reyes Magos tienen tanta fuerza que hasta el 10 de enero nadie es persona normal.
Todos decimos: “la dieta cuando acabe el roscón”, y claro que lo compramos e iniciamos el 6 y como son tamaño gigante nos acabamos comiendo el último trozo el 9, y el 10 vuelta a la realidad y a la ropa apretada porque sin querer subimos esos antipáticos 2 o 3 kilitos…que se pegan y no se van hasta junio si hay mucho esfuerzo y suerte. A nuestra edad quizás ya no se van jamás.
Y como la vida vuelve el 10 de enero y este año comenzó Fitur, la feria de turismo que abre el año, el día 17 pues todo es un preparar cosas como en un trance, como si pisaras los días de puntillas y sin conciencia.
Así es como te ves el día veintitantos entrando en Madrid Fusión de chef en chef, de ponencia en ponencia con los ojos súper abiertos y la mente en plena ebullición.
Este año me paso algo maravilloso, que no lo cuento por presunción sino porque son de esas cosas bonitas que quiero contar, y ya que no cuento nada en redes sociales por puros principios, pues lo cuento aquí. Y además por que quiero. Y punto.
Fui a ver la ponencia de Quique Dacosta y estaba llenísima así que me senté en la penúltima fila de un auditorio de más de 3000 personas.
Yo estaba en el pasillo y a mi lado un chico, junto a él, asientos vacíos. Unos minutos después nos pidieron permiso dos señores mayores y en la oscuridad me pareció ver a José María Arzak pero no lo vi bien. Acabó la ponencia y todo el mundo se fue marchando y yo con la cosa de sí sería él o no… así que miré ya más descaradamente, ¡y sí era él! Pedí permiso y me senté a su lado.
Y me vi sentada junto a él conversando relajadamente, ¡y el resto es historia como dicen en las novelas! Pero fue un honor y algo que no olvidaré, esos minutos para poder estar con alguien que es una leyenda de los fogones, ¡y tenerlo para mi solita! Además, fue encantador.
Por cosas como estas es por lo que enero no existe. Estoy empezando a pensar que es una leyenda urbana y que en realidad los años tienen 11 meses comenzando en febrero.
Estos pensamientos tienen sus elementos negativos, y sobre todo para alguien como yo, que de por sí como el conejito de Alicia, siempre va tarde a todas partes. Llego a Vallarta en febrero y ya no hay tiempo de nada, es tarde para las reuniones, para las propuestas, para los planes anuales y comienza el agobio…que sólo acaba en parte, el día que acabamos con gastronómica.
Supongo que la vida es así para todo el mundo, en mayor o menor medida, una carrera contra nosotros mismos, contra el paso del tiempo. Este año estando con mis padres, tuve una sensación intensa de querer parar el tiempo, de arañar esa bola imaginaria que corre y corre. No quiero que se hagan más mayores, no quiero ser más mayor, y con estos años de 11 meses, todo es más rápido y me da vértigo.
¡Voy a inventar años de 36 meses para ser un tercio más jóvenes!, eso estaría mucho mejor…