“Construir junto a lo sagrado”: Un diálogo entre la arquitectura y la fe en el Museo Parroquial
Por: Ángel Reyes
Alumnos y colegas del Centro Universitarios de la Costa, amantes del arte y de la arquitectura que presenciaron el evento
- Entrevista con la Doctora Caterina Pregazzi, arquitecta y profesora del Centro Universitario de la Costa
En el corazón de Puerto Vallarta, específicamente en el Museo Parroquial, se presenta la exposición “Construir junto a lo sagrado”, una muestra que devela los secretos, el proceso y la filosofía detrás de la reconstrucción de la Casa Parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe. La mente maestra de este proyecto, la Doctora Caterina Pregazzi, comparte los detalles de una obra que priorizó el respeto por el patrimonio sobre todas las cosas.

¿Cómo se llama la exposición y cuál es su esencia?
Se llama precisamente “Construir junto a lo sagrado”, porque ese es su tema principal y el valor que guio todo el desarrollo del proyecto: el respeto hacia el edificio más icónico y de mayor valor arquitectónico de todo Puerto Vallarta.
En el proyecto, el ingeniero Pedro Rodríguez, quien fue el diseñador estructural, y yo, no quisimos competir ni hacer un edificio más llamativo. Quisimos actuar con mucho respeto, manteniendo el lenguaje identitario típico de Puerto Vallarta.
Además, durante la construcción, varios hallazgos y descubrimientos enriquecieron enormemente el proyecto. Nuestra intención fue construir una narrativa a través del diseño, y esa misma narrativa se representa en la exposición que está vigente en el museo parroquial.
De hecho, las láminas del proyecto transformaron los planos técnicos en infografías bellas y claras para todo público, reflejando una organización por niveles —desde el sótano hasta la azotea—, ya que cada nivel cuenta una historia diferente.
¿Qué descubrieron exactamente y cómo se tradujo en la narrativa del edificio?
Lo que hicimos fue poner orden geométricamente en la configuración del espacio. Casi nadie recuerda cómo era la casa parroquial antes. Sin embargo, tenía la misma volumetría y por ciertos aspectos era similar. La intención inicial del padre Roberto Cordero, promotor de este proyecto, era reconstruirla tal cual era, pero fue necesario demolerla por diferentes razones.
Yo soy la proyectista, y cuando se demolió, descubrimos en el subsuelo —donde decidimos hacer un sótano— un muro de piedra y ladrillo con mortero de cal. Esta es una técnica constructiva típica de finales del siglo XIX, por lo que suponemos que ese muro es parte de la primera capilla que fundó Don Sabino Viruete en 1886. De igual manera, descubrimos un pozo que nadie sabía que existía. Tuvimos que cambiar el diseño para incorporar ambos elementos.
El diseño de la nueva casa parroquial es muy contemporáneo, con una estructura de acero que garantiza durabilidad, pero integra estos elementos antiguos a los que se les da mucho énfasis: dejamos una ventana sobre el muro antiguo e incorporamos el pozo al nuevo presbiterio. El sótano es ahora un espacio de celebración donde ya se han realizado misas, bodas y bautismos, creado precisamente para contar con un segundo espacio litúrgico.
El reto en el sótano fue mantener una gran iluminación natural en un espacio prácticamente subterráneo. Lo logramos usando colores blancos, lo que hace destacar aún más el pozo y la pared antigua, y con un plafón curvo —algo muy poco común— que replica las olas del mar y permite que la luz entre por unas ventanas muy angostas que casi no se notan en la fachada.
¿Háblanos de los otros niveles y de esa narrativa que mencionas?
De ahí pasamos a la primera planta, que el público normalmente conoce porque es un espacio público: el Museo Parroquial. Ahí también están las oficinas de los párrocos. Lo que más se distingue en esta planta son los arcos, un elemento típico vallartense como los del Malecón, y quizás lo que más llama la atención es el atrio.
El atrio, el espacio abierto entre el templo y la casa parroquial, era antes un espacio caótico y desorganizado. Ahí, el lenguaje de lo sagrado, que es la geometría, rigió la propuesta arquitectónica. Trazamos dos ejes: uno en el centro de la cúpula del Santísimo y otro en la entrada lateral del templo. Del punto donde se cruzan, surge una geometría de rombos concéntricos, recordando que el rombo es la figura esotérica asociada a la Virgen. Esos rombos, marcados por cenefas de piedra —como en muchos pavimentos típicos de Vallarta—, están hechos de concreto pigmentado. Fueron necesarias más de 30 muestras hasta que los albañiles dieron con los colores exactos de la fachada del templo: rojo óxido del ladrillo, morado de la piedra y tonos beige.
Muchas personas, incluyendo al actual párroco, Don Arturo Arana, se sorprenden al saber que este atrio es parte de la intervención de hace cuatro años. Para mí, el mejor cumplido es que digan que parece que siempre ha estado ahí. La intención era armonizar y complementar, sin olvidar que la casa parroquial y el atrio son espacios accesorios; el templo es el protagonista.
Luego está la segunda planta, poco accesible al público porque alberga las residencias de los párrocos. Es una reinterpretación del patio mexicano, el corazón de la casa por su frescura y por ser un espacio de descanso abierto al cielo. Lo transplantamos a una segunda planta, lo cual es innovador. Las residencias se organizan alrededor de este espacio, que tiene una fuente en el centro. La sala es muy luminosa, con ventanas grandes en la esquina para que los párrocos tengan un vínculo visual con la comunidad.
Finalmente, la azotea es un mirador abierto hacia el mar y las cúpulas, desde donde se aprecia la selva y el paisaje urbano. Allí hicimos un pavimento de barro, como exige el reglamento del centro histórico, pero incorporamos un “tapete” o detalle en el pavimento que conmemora el centenario del edificio y lleva un trébol. Ese trébol es el que está en la vestimenta de la Virgen de Guadalupe, pero en realidad es un símbolo prehispánico llamado Nahui Ollin. Siendo italiana, siempre me ha fascinado el punto de encuentro entre la cultura prehispánica y la católica, y quisimos dejar eso plasmado en el mirador.
¿Crees que se logró un espacio que la comunidad ha adoptado como propio?
Sí, definitivamente. La frescura de los arcos y la percepción de que es un espacio de todos es clave. A diferencia de otros espacios públicos que se degradan porque la gente los percibe como de nadie, este ha sido acogido. Es muy versátil: ha habido exposiciones al aire libre, niños jugando, turistas descansando, músicos improvisando… Hace poco vi una imagen muy conmovedora: una mujer de la parroquia enseñando a leer a una mujer indígena bajo los arcos. Que se escoja este espacio para usos tan diversos, que yo no había contemplado, es enormemente satisfactorio.
Quiero agradecer también a todas las personas que donaron, porque cada piedra y cada ladrillo se colocó gracias a la ayuda de los amigos de la parroquia.
¿Hasta qué día de noviembre estará la exposición?
Estará hasta el 10 de noviembre. Hay bastante tiempo para ir a apreciarla y ver la parroquia desde otra perspectiva, no dejando totalmente de lado lo religioso, pero sí para admirar todo el trabajo arquitectónico realizado.
¿Cuánto tiempo les llevó el proyecto y su participación actual?
Fueron dos años de trabajo. El diseño cambió durante la construcción para incorporar los hallazgos. Se inauguró hace exactamente cuatro años, el 10 de octubre de 2021, con motivo del centenario de la parroquia. La exposición es para hacerlo más visible y celebrar el aniversario.
Actualmente, yo solo soy consultora del padre. Es el ingeniero Pedro quien está más involucrado en temas técnicos como la restauración de la cúpula y el reforzamiento estructural de la torre.
