La caridad
Consejos de una Bisabuelita Moderna / Por un México mejor
El joven sin cabello comentó a la hora del recreo:
—Cuando comencé a leer en el libro más antiguo, decía lo siguiente: “Aun cuando yo hablara todas las lenguas de los hombres y el lenguaje de los ángeles, si no tuviese caridad, vengo a ser como un metal que suena o una campana que retiñe…”
El bromista comenzó a replicar:
—¡Talan, talan, talaaaaaaannn!
Todos se doblaron de risa al ver los gestos que hacía.
Continuó el joven sin cabello:
—En el año 52 de la Era Cristiana, una importante ciudad de Grecia, famosísima por su comercio, tenía un modo de proceder de sus habitantes que no distaba mucho del que actualmente se percibe…
El bromista, intrigado, preguntó:
—¿Por qué lo dices?
El joven continuó:
—Porque leí que las deshonestidades escandalosas, las fiestas exuberantes, los juegos ilícitos, los lujos irracionales, así como la corrupción e inmoralidad, estaban a la orden del día en Corinto, capital de Acaya. Y un hombre, notablemente preocupado por el porvenir tan aterrador que se veía venir a causa de la forma de vida en ese lugar, comenzó a escribir una colección de avisos, respuestas y reflexiones en pro de sus semejantes. Entre muchas cosas, hablaba de… la caridad.
La hermosa joven expresó:
—Qué lástima que ese hombre ya no existe, porque en estos tiempos… ¡parece que vivimos de igual manera!
Todos dijeron al mismo tiempo:
—¡Cierto!
El joven continuó:
—Cuando hablaba de la caridad, decía que: “No tiene envidia, no obra precipitada ni temerariamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus intereses, no se irrita, no piensa mal, no se regocija en la injusticia; a todo se acomoda, cree en todo el bien del prójimo, todo lo espera, todo lo soporta y nunca fenece…” Posiblemente por eso, en la antigüedad, cuando empezaban a conocerse los valores humanos, se dijo en La Ley Mosaica: “La caridad hecha con arrepentimiento sincero cubre todos los pecados del hombre.”
Otra joven agregó:
—En una ocasión, me llevaron a una reunión de grandes personajes, y empezaron a alabar a una persona que vivía en la abundancia. Gracias a los medios de comunicación, el mundo entero se había enterado de lo caritativo que era, pues había hecho grandes donaciones e, inclusive, algunas de sus obras ¡hasta tenían su nombre!
El bromista interrumpió diciendo:
—¿Caritativo, ese ególatra? ¡Para nada! Eso es pagar tu publicidad a un precio muy alto…
Todos:
—¡Tienes toda la razón!
El bromista dijo:
—¡Yo nunca me equivoco! Mis padres me enseñaron que lo que dé tu mano derecha… ¡no debe enterarse tu mano izquierda! Por eso, cuando doy una moneda con mi mano derecha… ¡meto al bolsillo de mi pantalón la mano izquierda!
Todos se doblaron de risa.
Otro chico comentó:
—Recuerdo que, en una ocasión, estaban ayudando a los afectados de un terremoto, y me dejaron boquiabierto unas políticas que guardaban para ellas unas latas…
Todos:
—¡Aves de rapiña!
Dedicado a mis hermosos ángeles del Grupo Canica.
Con cariño,
Su bisabuelita Ana I.