Rafael Urzúa Arias
La ciudad imaginada / Dr. José Alfonso Baños Francia
La semana pasada tuvo lugar una charla en la Oficina de Proyectos Culturales (OPC) sobre la restauración de la vivienda particular de Rafael Urzúa en Concepción de Buenos Aires, Jalisco. La presentación fue muy ilustrativa para los interesados en la arquitectura y la preservación patrimonial exponiendo un caso que constituye una buena práctica replicable a otros contextos.
Rafael Urzúa Arias nació en la población mencionada el 18 de septiembre de 1905 y falleció en Guadalajara 18 de octubre de 1991. Integrante de una familia de abolengo en su tierra natal, a los 19 años ingresó a la Escuela Libre de Ingenieros en la capital de Jalisco, donde cursó las carreras de Ingeniería Civil y Arquitectura, obteniendo el título profesional en septiembre de 1928. En ese año, contando con apenas 23 de edad, colaboró con Luis Barragán en la edificación de la casa de la familia González Luna (hoy la casa ITESO Clavigero), obra maestra del periodo reconocido con el nombre de “Escuela Tapatía de Arquitectura”.
Este movimiento es considerado como regionalista de alto valor, teniendo cuatro personajes relevantes: los ya mencionados Barragán y Urzúa, así como Ignacio Díaz Morales y Pedro Castellanos, quienes basados en la propuesta artística del paisajista Ferdinand Bac, emplearon materiales regionales y otros elementos tradicionales para producir una arquitectura sencilla a base de juegos de volúmenes, arcos, luces y sombras. Con Barragán, Urzúa compartió una formación estética similar, producto del contacto cultural y natural de la Sierra del Tigre; ambos emplearon elementos comunes como edificios rematados con cubiertas de teja en cuatro aguas.
Dentro de las principales aportaciones de Rafael Urzúa en Guadalajara destaca la casa Farah localizada en avenida Vallarta esquina con Simón Bolívar y construida en 1937, notable por sus proporciones perfectas, el manejo de planos en la fachada y niveles en las terrazas, así como la composición brillante de aperturas y macizos. Es una suerte que hoy permanezca en pie, mientras su entorno es transformado en torres departamentales para el usufructo del capital inmobiliario.
Urzúa ocupó el cargo de Secretario de Obras Públicas a nivel estatal y tras combinar sus tareas políticas con las arquitectónicas, regresó a Concepción de Buenos Aires en 1944, agobiado de lidiar con la sociedad tapatía y ante el embate de una ciudad que no paraba de crecer. Considerado como un ciudadano destacado, permaneció en su pueblo natal siendo presidente municipal en el periodo 1968-1970.
Por lo que respecta a su vivienda en Concepción, era antigua y devenía de un estilo serrano popular. Era la morada familiar, pero con la llegada de don Rafael, fue tomando su propio sabor, producto de las múltiples intervenciones fieles a sus gustos y formas de expresión. Tras un largo periodo de restauración en los últimos años, ha retomado el brillo que contiene, pero adaptada a las exigencias contemporáneas.
Marcada por fulgores y sombras, la obra de Rafael Urzúa emerge con aportaciones excepcionales y su decantación por la arquitectura vernácula. Bien nos hace conocer su trabajo para el disfrute personal y de trascendencia comunitaria.