La política merece ser digna
Red Interna / Humberto Famanía Ortega
Hace algunos lustros, me inicié como un joven impetuoso, soñador y con grandes deseos de participar en los movimientos políticos estudiantiles que marcaran una nueva forma de trascender en la vida. Aún no comprendía la palabra política, pero sentía el deseo de formar parte de eventos especiales que beneficiaran a los jóvenes, para poder justificar de alguna forma el poder mostrar con hechos el beneficio colectivo.
Buscábamos en el deporte, la cultura, la recreación, pero sobre todo en canalizar esa energía propia de la edad por buen camino. No fue fácil; lo importante fue contar con una población costeña en mi bello Puerto Vallarta, Jalisco, digna de formar una sociedad honesta, amigable, pero sobre todo, muy solidaria.
Mis inicios en la labor social
Recuerdo cuando, en la primaria, formé parte de la brigada estudiantil sanitaria, cuya función era prevenir el paludismo en nuestra población. Con gusto, en nuestros tiempos libres, fuimos coadyuvantes de las autoridades sanitarias para cumplir con esa noble tarea. Cuando desfilábamos, era un orgullo; nuestro uniforme era de color café, con casco amarillo, una lámpara fajada en el cinto y botas. Creo que desde ese momento brotó en mi mente el deseo de seguir luchando por colaborar en obras de beneficio a la población. Estar en este grupo fue un aliciente.
Una vez en la secundaria, a la edad de 15 años, fui nombrado por el Sr. Cura Rafael Parra Castillo, Presidente de la Acción Católica de la Juventud Mexicana en esta parroquia de Guadalupe. Cosa rara, todavía no cumplía los 18 años, pero logré sacar a flote algunos proyectos de esta asociación. Con un grupo de jóvenes, formamos equipos de fútbol y baloncesto, siempre bajo la consigna de cultivar el cuerpo y el espíritu para ser mejores.
La Antorcha Guadalupana
Durante este tiempo, logramos formar el primer grupo de Antorcha Guadalupana, que aún sigue vigente. Cada día somos mejores en todos los aspectos, ejemplo nacional. Este año se cumplen 58 años de su formalización y desde la Basílica de Guadalupe de la Ciudad de México 40 años. Se dice fácil, pero es un orgullo contar con esta organización que ha sido ícono y madre de las antorchas regionales que siguen forjando espíritus jóvenes con rumbo definido.
Debo mencionar que durante este tiempo se realizó el primer concurso de oratoria regional, cuyo responsable fue mi maestro Eulogio López Almaraz (qepd), quien nos enseñó la cátedra de este arte de expresión. Le agradezco mucho por sus enseñanzas. Tuve el privilegio de obtener el primer lugar con el tema “La Organización de las Naciones Unidas”. De aquí me motivé a formar parte de algunas festividades cívicas y religiosas, donde me abrí paso para perder el miedo a hablar en público. Brotó en mí el deseo, ahora sí, de ingresar a la política estudiantil. Mi siguiente paso fue la preparatoria, donde seguí conquistando la confianza de mis compañeros, organizando eventos de unión y vinculación.
Los retos a vencer
Las experiencias de mi juventud son las bases que adquirí, emanadas desde mi tierra, que guardo con todo mi corazón y respeto. Posteriormente, obtuve reconocimientos tanto de la sociedad civil como del sector público, que simplemente cuentan dentro de la egolatría a través de mi paso por la vida pública. Siempre me he preguntado cuál es la forma más apropiada para lograr vivir en paz y armonía. Me pregunto qué significa la palabra progreso cuando vemos que los valores morales van en decadencia, reflejándose en el actuar tanto del sector productivo como del gubernamental.
En fin, el enorme reto en la actualidad es redefinir los pasos a seguir en la conquista de un nuevo mundo, donde exista orden y disciplina para contribuir a un bienestar creciente con igualdad de oportunidades. Son retos que debemos asumir con inteligencia para poder sacarlos a flote con proyectos bien definidos, donde se plasme una rigurosa planeación para buscar su realización exitosa. El cambio político y social en nuestro país está enmarcado por una gigantesca interrogante. Nuestras instituciones políticas se han debilitado y exhiben una relativa ineficiencia. Los problemas sociales se han agravado más en los últimos años.
Para ejercer la buena política
Ante lo expuesto, pretendo que se comprenda el origen de mis reflexiones, que en muchos casos tienen un contexto determinado por los momentos en que se dieron. Las bases en la vida siempre formarán parte de ti para la consecución de tus anhelos. Por eso hago referencia a mis orígenes, para comprender hacia dónde se debe dirigir uno para alcanzar sus metas y objetivos. Cuando tienes una formación basada en el respeto y el trabajo en equipo, orientada hacia el bien común, es cuando realmente se inicia y se practica la buena política. Esta sencilla palabra es la que permite ejercer cabalmente el bien al prójimo.
Quiero dejar como ejemplo la actuación de muchos que se consideran buenos políticos, pero que por circunstancias de la vida han incursionado en el sector público dejando malas impresiones. Confunden el servicio público con servirse a sí mismos; de estos existen muchos y basta con observarlos en su actuar. Dejan ver su forma de conducirse sin mostrar arrepentimiento alguno de sus raterías, haciendo alarde de su economía y poder. Ya es hora de llamarlos a cuenta por el bien de los partidos políticos que sirvieron de comparsa y dejar en claro que va en serio el combate a la corrupción. La única manera de hacer que cambien las actuales actitudes es hacer que las cosas sucedan con rectitud y probidad comprobada de sus actores.
Los valores como base
Cuando se adquieren en la familia enseñanzas basadas en el afecto, el respeto, los valores y el fomento a la superación en todos los aspectos, seguramente seremos excelentes ciudadanos. Por eso insisto en que la responsabilidad paternal y maternal debe demostrarse para hacer frente a los desafíos del presente y sentar las bases de un futuro mejor.
Ya es tiempo de adoptar una responsabilidad donde se busque la integración con objetivos comunes que marquen la ruta hacia una sociedad más equilibrada. La respuesta está en todos nosotros; que cada quien asuma el compromiso de lograr una comunidad donde exista la confianza y las oportunidades necesarias para adquirir serenidad, convirtiéndose en una prosperidad duradera basada en un trabajo organizado.
En fin, me pregunto cómo dignificar la política para hacer que el servicio público adquiera grandes dimensiones, donde se logre evolucionar hacia estadios que marquen un cambio con rumbo próspero. Para esto es necesario concebir que los liderazgos sean un compromiso con una visión donde estén consideradas las necesidades, los deseos y aspiraciones de un pueblo sediento de confianza.
“La función de un líder es elevar las aspiraciones de las personas y liberar sus energías para que traten de realizarlas”. David Gergen