Ir a psicoterapia

Psicólogo Demetrio Hernández Llamas

No hay recetas en las terapéuticas o los análisis, cada caso habría que ser asumido como único e irrepetible

¿Está usted planteándose acudir al psicólogo o llevar a algún ser querido a que sea  tratado?

Seguramente ante esta necesidad de formular una solicitud de atención, muchas  dudas o inquietudes pueden venir a nuestras mentes; por ejemplo: si la persona con la que iniciará el tratamiento es una persona confiable, si es profesional en su trabajo, si será alguien que le genere confianza. Lo cierto es que, por lo general, ante esa  demanda, nos encontraremos pidiendo recomendaciones o referencias con las personas cercanas, quienes han solicitado un acompañamiento. 

El especialista

Se podría partir que de las primeras dificultades a las que se enfrenta la población es en conocer si el especialista tiene una atención focalizada a etapas infanto-juveniles, ya que hay psicólogos que se dedican básicamente a trabajar con los niños y niñas con orientaciones a padres familia; por otra parte, hay especialistas que se enfocan en la adultez de forma individual o en parejas, incluso hay quienes abordan situaciones de manera familiar. 

Otro aspecto relevante en la elección de los especialistas, y que pocos solicitantes  logran reconocerlo, son los enfoques del trabajo de quién hace el acompañamiento. Hay quienes se inscriben en corrientes de pensamiento del conductivo conductual, o  bien que son del grupo de los llamados gestaltistas; otros de las terapias sistémicas, también las que se denominan narrativas, entre otros enfoques se encuentran además  los psicoanalistas. Sin dejar de mencionar que existen posturas conceptuales socio culturales que se integran, por ejemplo, las terapias con perspectiva de género.

Estos enfoques proporcionan diferentes miradas de tratar los diversos motivos de  consulta, por los que acuden los solicitantes, analizantes, consultantes o pacientes. 

¿Qué es lo que delimitan a estas diferentes posturas? Los fundamentos en un primer  momento de lo que es el ser, el sujeto, paciente, analizante o consultante al que se va  a tratar, los supuestos de “las curas” a lograr en ellos o ellas, situación que para la  población resulta de una complicada idea, que requiere mayores conocimientos  relativos a las corrientes terapéuticas o analíticas disponibles.

De la misma manera, las demandas de atención son variadas que pueden o no  “encajar” en la solicitud y expectativas de lo que el solicitante considera que necesita.

Motivos

Las principales causas por las cuales las personas traen a los niños a tratamiento, son  relativas a las conductas disruptivas, actitud de oposición a cumplir las tareas  asignadas a los niños, conductas reiteradas de agresiones, problemas para el control de esfínteres, niños angustiados, conductas sexuales, a las que, por cierto, los adultos no saben qué hacer con ellas. En cambio, los adultos asisten mayormente a  consulta por complicaciones en sus relaciones amorosas, dificultades para conservar  sus empleos, asaltos de angustia, la falta de deseo y planes de futuro.

Así, la mezcla de cuál especialista es el que debemos buscar, y cuál es lo que mejor se  ajusta a mi problema a trabajar, seguramente generará cavilaciones para poder tomar  una decisión. 

Al margen de los enfoques de las corrientes de psicoterapias, de la incertidumbre del  cómo elegir y a quién elegir, lo cierto es que hay retos tanto para los especialistas como  para los consultantes: el deseo de resolver rápidamente la situación que se presenta, sin embargo, ello dependerá más del grado de dificultades que se estén presentando, los síntomas y las herramientas del analizante para lograr una comprensión de sí  mismo, y la actitud autocrítica con la que se haya provisto.

Sin modelos a seguir

No hay recetas en las terapéuticas o los análisis, cada caso habría que ser asumido como único e irrepetible. De ahí que por ningún motivo el terapeuta puede proponerse como modelo a seguir, ya no estaría respetándose la particularidad del otro, y se puede correr el riesgo de que el terapeuta termine convirtiéndose en el conductor del  consultante, más que el que acompaña el proceso de desarrollo, dejando la libertad  para que se exprese el solicitante, dejar que muestre los que está más ajeno a su  consciencia; 

Poner ahí más la oreja que la boca desde la intervención, es importante para cualquier especialista, en el momento que se cruza la línea de tentación por conducir la vida del  paciente más que avanzar a la “cura”, se estaría creando una protuberancia al síntoma  del sujeto que acude a recibir la atención profesional.