“Todos los vallartenses conocen el Apolonio’s”
Por: Miguel Ángel Ocaña Reyes
Uno de los más emblemáticos restaurantes bar de Puerto Vallarta ha echado el cerrojo definitivamente. Se trata de Apolonio’s, un ícono que ha labrado su propia leyenda a lo largo de los años, atrayendo a una clientela diversa que incluía desde destacados ciudadanos de Vallarta, hasta políticos, artistas, empresarios y amantes de la buena mesa que buscaban un ambiente acogedor y familiar. Durante casi cinco décadas, este lugar ha sido un pilar en la escena culinaria local.
Detrás de esta empresa se encuentra la señora María del Socorro, una mujer mexicana de temple, determinación y una incansable ética de trabajo. Lo que comenzó como una simple búsqueda de ocupación, se transformó en un emprendimiento que perduraría por más de medio siglo, gracias al esfuerzo conjunto con su esposo, Apolonio Robles Herrera.
Originaria de Talpa de Allende, Jalisco, Socorro llegó a Puerto Vallarta en 1964, justo durante la filmación de la legendaria película “La Noche de la Iguana”. Durante aquellos años, tuvo la oportunidad de entablar una relación cercana con figuras de la talla de Richard Burton y Liz Taylor, quienes estaban inmersos en la producción cinematográfica.
En entrevista, la señora Socorro comparte con nosotros la fascinante historia detrás de este emblemático restaurante.
¿Cómo era Puerto Vallarta cuando llegó por primera vez?
Vallarta un pueblito tan hermoso, tan bonito, chiquito, pero con mucho turismo, yo llegué cuando estaban firmando La Noche de la Iguana, y dese el segundo día que llegué a Puerto Vallarta empecé a trabajar en el Hotel Rosita, tenía entonces 18 años.
¿Qué la trajo a Puerto Vallarta?
Venía de vacaciones y ya no me regrese, y como mis papás en ese tiempo no se acostumbraba que había mayoría de edad, ellos mandaban y mandaban hasta que estuviera con ellos, verdad, entonces no querían que me quedara, vinieron por mí y no me quise ir, yo ya estaba trabajando.
¿Dónde llegó a vivir?
Con una tía ahí en la colonia Emiliano Zapata, ahí era hermoso, estaba el río, nosotras vivíamos enseguida de donde estaba La Surtidora del Puente, ahí vivíamos nosotros, mi hermano y yo, de ahí nos cambiamos a la otra calle cuando ya me tuve que traer a mis papás, yo como hija me los traje, mis papás tenían un comercio, y aparte en Talpa se vive nada más de trabajar para vivir seis meses sin trabajo, se hace rollo, chicle, y en las fiestas de febrero y marzo se vende y con eso tienes que vivir todo el año, y aquí no, aquí se trabaja y se vive todo el año.
Yo desde que llegué con mi tía empecé a buscar una casa para rentar ahí mismo cercas de con ella, y así me los traje, sin nada, porque yo les dije eh, no quiero que traigan nada de allá, solo su ropa y nada más, cuando ellos llegaron ya tenían todo en la casa, su cocina con refrigerador, estufa, camas y ventiladores porque hacía mucho calor, ellos ya nada más llegaron y se metieron, y así ya nadie se fue de aquí.
¿Le fue bien en el Hotel Rosita?
Ah sí, claro, yo llegué ganando mucho dinero ahí, porque estaba La Noche de la Iguana, y ahí todos descargaban las lanchas, a los artistas, entonces ellos bajaban de las lanchas y se metían al bar del Hotel Rosita y teníamos mucha gente, ahí trabajé en administración, en la oficina.
¿Su familia también se involucró en la industria turística?
También, mi hermano primero era taxista, después trabajó treinta y tantos años en Aeroméxico, y mi papá era albañil, él empezó inmediatamente, hizo el Hotel Delfín, el Tropicana, también unos departamentos que estaban pegaditos al Carlos Obrian’s, así fue que nos quedamos en Puerto Vallarta.
¿Qué siguió del Rosita?
Del Rosita hasta yo me salí hasta que me casé en el 73, bueno, estuve trabajando ya casada cinco años más, duré 15 años trabajando en el Hotel Rosita, pero resulta que ya acá, yo no podía estar en la casa de floja, esta era casa de Apolonio, y yo decía, “no puedo estar sentada aquí, qué voy a hacer aquí”, yo ya no quería ir a trabajarle a nadie porque tenía que cuidar a mis hijos, entonces dije, “Voy a empezar con una coctelería para vender mariscos, cocteles, ensaladas y tostadas, nada más, y desbaraté mi jardín que tenía al frente de la casa, ahí puse la coctelería.
Llegué a tener tanta gente, que se hacía la cola de aquí hasta la esquina de la farmacia, porque no cabían, era un lugar muy chiquitito, lo que pasa es que no había mucha competencia, estaba virgen Puerto Vallarta, y aparte nosotros teníamos vendíamos un producto muy bueno.
¿De dónde sacaba el camarón?
Teníamos que ir a Nayarit a comprarlo, y en ese tiempo se permitía todavía vender caguama, porque había una oficina que recogía las caguamas que sacaban, y como era producto del gobierno podían venderlo, nosotros hacíamos un estofado de caguama riquísimo, que nadie lo hacía, por eso yo tenía mucha clientela, y ya no cabíamos y el colonón hasta allá, entonces fui desbaratando mi casa, todo lo que es el restaurante era mi casa, estaba hermosa, eran 200 metros cuadrados, todo estaba construido, eran recámaras, cocina, excepto la parte del el jardín que había ocupado primero, y así nos fuimos recorriendo hacia atrás, has que ya no cupimos y empezamos a construir el segundo piso.
¿Qué siguió de la coctelería?
Empecé a meter comida caliente, filetes, sopas, que nuestras sopas todavía siguen siendo famosas, la sopa de cebolla, la sopa de ajo, y una sopa de mariscos que hacíamos.
¿De dónde le vino la cocina?
Ah bueno, tengo un cuñado muy bueno para cocinar, él no es cocinero, trabajaba en Aeroméxico con mi hermano, pero es muy bueno para cocinar y me lo traje de socio para que me enseñara, porque yo ni siquiera sabía cómo lavar un pulpo, no sabía nada de mariscos y él me enseñó, entonces entre los dos empezamos el negocio, él fue el que lo hizo, pero nada más me aguantó tres años, porque venía a las siete de la mañana y se tenía que ir a trabajar a la una de la tarde a Aeroméxico.
¿Cuánto duró la comida caliente?
Hasta ahorita que se terminó, pero ya no vendemos mariscos, en estas fechas ya vendíamos todo, carne, sándwich, filetes, pescado, de todo…
¿Cómo se llamaba en ese entonces?
El primer nombre fue El Pulpo Feliz cuando era pura coctelería, cuando se terminó la coctelería y entramos a la cocina caliente, ya se llamó Apolonio’s hasta ahorita.
¿45 años con su negocio?
Sí, más o menos desde los treinta y algo de años estuve solo con los empleados, Apolonio no me ayudaba porque él estaba en Aeroméxico.
¿En qué horario abría?
En ese tiempo nada más en el día, trabajábamos de las 10 de la mañana a las 6, 7 de la tarde, luego fuimos recorriendo el horario, ya nada más trabajamos hasta las 12 de la noche, y así ahorita terminamos cerrando hasta las 6 de la mañana, porque cambiamos el giro, ya no era coctelería, ya no era restaurant, sino que entramos al giro de restaurant bar con discoteca.
¿En qué año fue eso?
Fue cando estaba Pedro Ruiz Higuera, más o menos en el dos mil.
¿Entonces esto fue una discoteca?
No, si nunca trabajamos como discoteca, lo hicimos porque se pusieron muy rígidos con los horarios, y no nos podemos pasar un minuto porque nos multaban, entonces para alargar el horario, con una licencia de disco podía trabajar hasta las 6 de la mañana pagando horas extras, claro, porque la hora de cerrar las discos es a las 4 de la mañana, y para yo cerrar a las seis pagaba dos horas diarias.
¿Se puede decir que todos los vallartenses llegaron a venir a Apolonio’s? Todos los vallartenses conocen el Apolonio’s, y Apolonio’s conocía a los vallartenses, tuvimos unos clientes de Canadá que era un matrimonio que venían siempre, antes venían por meses a vivir a Vallarta, y un día llegaron como con 20 gentes, pura familia de ellos que trajeron a conocer al Apolonio’s para que probaran las sopas, nos decían, “Hemos viajado por todo el mundo y nunca hemos comido una sopa tan rica como la de ustedes”, y yo no le encuentro por qué no, porque los empleados de La Palapa y Thierry el dueño del Café de los Artistas nada más a eso venían al Apolonio’s, a comer sopa de cebolla, y en ese tiempo vendíamos langosta, y langosta como nosotros la preparábamos…
¿Cómo la preparaban?
Pues igual que en todos lados, pero él decía, ni en mi restaurante como está sopa, ni en mi restaurant tengo esta langosta.
¿Quiénes vallartenses famosos vinieron?
Ah pues todos los de aquí, Thierry venía a cenar aquí, Luis Reyes Brambila venía mucho, Don Luis Angarita todas las veces que andaba en el centro, regreso él llegaba, aunque ya hubiera cenado en Café de los Artistas, llegaba a cenar de vuelta a Apolonio’s, y ahora ya no tenemos el menú que teníamos antes, porque a él le encantaba el filete miñón que teníamos, y que se lo picáramos para hacerle tacos de filete miñón, a todo lo que él quería, se le cumplía su gusto, un caballerazo Don Luis Angarita, aquí vinieron todos los vallartenses, porque era el único que trabajamos toda la noche y que podíamos vender cerveza, porque se formaban las filas hasta la esquina, porque yo no los quería hechos bola aquí, les decía que se formaran para poderlos despachar y se llevarán la cerveza.
¿Cómo le cambió la vida entrarle al giro nocturno?
Pues igual, siguió el mismo menú y todo, cuando de los tacos apenas hace 13 años que cambiamos a los tacos, porque antes no vendíamos tacos, para nada, teníamos el menú normal.
¿Cómo consiguió ese permiso?
Yo todo el tiempo trabajé en CANIRAC, y fui presidente de CANIRAC, entonces ahí cuando estaba el señor Pedro Ruiz Higuera yo estaba de Presidente en CANIRAC, y ahí pude conseguir el permiso porque no los había
¿Qué otro negocio como el de usted permanece?
Se me hace que ya no hay ninguno, solo el de Doña Lola que estaba en contra esquina del parque Hidalgo, pero ahora ya son las hijas quienes lo tienen, las nueras las sobrinas, pero originales ya no hay, porque enfrente de ellas también había la señora Flores, la mamá de Dulce, pero la señora falleció y ya no hay, bueno sí La Palapa, pero ellos están en la playa, pero no es para la gente popular, es más para turismo, pero sí es de los negocios viejos que hay, había uno que se llamaba Sonora en Quimisto pero ya no existe. Hay otro que está en la esquina del muelle hacia acá, un restaurante chiquito, está el mismo dueño, Las Tres Huastecas, ese lugar estaba cuando Apolonio y yo éramos novios, ahí íbamos a comer, esos son de los últimos que quedamos.
¿Qué satisfacciones le dejó este negocio?
Muchísimas, todo el edificio, de ahí para arriba, aquí abajo ya estaba construido, pero todo lo que está arriba se construyó.
¿Alguna vez pensó que duraría tantos años Apolonio’s?
No, nunca lo pensé, porque es un trabajo muy pesado, esclavizante, y además me lo eché sola casi la mayoría del tiempo, ya cuando vino mi marido a ayudarme ya se me hizo muy muy cómodo.
¿Sus hijas entraron al negocio?
No, no les gusta, mi hija es la única que me ayuda, pero mi hijo es ingeniero y para nada le gusta esto, así que nos quedamos mi marido y yo a cargo del negocio.