¿Es la muerte un fracaso ante la vida?

Medicina Familiar / Dr. Marco Antonio Inda Caro / Médico de Familia

Antes de empezar con el dialogo, me inclino en reverencia por las facilidades otorgadas al licenciado Jorge A. Urbina Alfonso, persona entusiasta y sabedor de industrias.

Estaban los cuatro un poco por delante de la puerta de urgencias de la UMF 19, aun con los cascos puestos, los chalecos mugrosos, los brazos y guantes con restos de tierra pegajosa por el sudor, traían escurriendo aun el hedor a muerte de su compañero, quien minutos antes había colapsado al estar cavando el sótano de un gran edificio en Punta Mita.

Los cuatro estaban mirando confusos a su compañero de trabajo. Era a medianos de agosto de hace 2 años. Lo trajeron en la caja de una camioneta de la empresa, aun con la ropa de trabajo y su equipo personal, corrieron por una camilla y presurosos pidieron un médico que los acompañara por que su compañero, quien no dejaba de convulsionar, agregando que de repente dejó de hablar, que sus ojos los tenía fijos con las pupilas enormes, estaba ardiendo y no dejaba de agitarse, saliendo escasa saliva y la lengua agrietada.

Llevaba 6 meses en esta tierra, que, para muchos sureños, es como el sueño americano de progresar, es donde hay trabajo y la promesa por delante de regresar o mandar dinero para traer a la familia. Coloquialmente tiene que ver con la falta del capitalismo, la democracia absorta que no existe, y finalmente las razas muy marcadas que rondan tanto en Michoacán, Guerrero, Chiapas y Oaxaca. Tierra donde el machete en mano es necesario.

Los cuatro habían dicho al interrogatorio indirecto, que tenía 3 días encerrado en el sótano del edificio con calores extremos, que se hidrataba constantemente posterior al hacer su mayor esfuerzo por aguantar hasta lo más posible por permanecer dentro del sótano para terminar el trabajo más rápido. Inició con un temblor fino distal y fiebre, que cedía inicialmente al hidratarse y descansar brevemente frente al ventilador de su pobre casa donde rentaba un cuarto compartido por más de 10 personas, casi todos paisanos.

Clamaban la mayoría al unísono, que la empresa no les mejoró las condiciones de sus habitaciones, y que era muy evidente que solo querían ganar a base del esfuerzo de sus trabajadores, que con martillo y cincel en mano trabajaban las ocho horas en condiciones extremadamente calurosas, una calamidad moratoria de hipertermia, deshidratación, alteraciones hidroelectrolíticas, crisis epiléptica tonico-clonicas y finalmente el fracaso de la vida: la muerte.

¿Pero por qué no paró cuando se sintió mal?, ¿por qué no vino al seguro con su medico o a urgencias?, ¿por qué se aguantó tanto? Eso era lo que murmuraban entre los cuatro al ver que no podía el médico detener esa fatalidad, y que todo estaba en su contra ya predestinado. Por más que el médico hizo en revertir tal siniestralidad en el indefenso cuerpo de tan solo 28 años, de complexión robusta, sano, sin antecedentes de enfermedades, solicitó su asesoramiento en el HGZ 33.

Continuara…

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