Antecedentes de planeación regional
La ciudad imaginada /Dr. José Alfonso Baños Francia
En mayo de 1976, el gobierno federal encabezado por Luis Echeverría, expidió la Ley General de Asentamientos Humanos (LGAH), con el objetivo de fijar las normas básicas para planear la fundación, conservación, mejoramiento y crecimiento de las ciudades mexicanas. Uno de los temas centrales era la dinámica de conurbación entre dos o más centros de población, estableciendo para su gestión la concurrencia y coordinación de las autoridades en los tres niveles.
Con ello, se constituía la Comisión de Conurbación que fungía como encargada de coordinar los esfuerzos gubernamentales, formular los instrumentos de ordenamiento territorial, así como vigilar e impulsar la implementación que correspondía de acuerdo al ámbito de competencia de cada entidad.
En este esfuerzo se determinaron seis zonas conurbadas prioritarias a lo largo del país: del Centro, La Laguna, de la desembocadura del río Balsas, Manzanillo-Barra de Navidad, de la desembocadura del río Pánuco y de la desembocadura del río Ameca, correspondiente a la Bahía de Banderas.
Para el caso de la Comisión de Conurbación regional, destaca su nombre: de la desembocadura del río Ameca, nombrada por factores territoriales y naturales, antes que administrativos o jurídicos. Fue decretada por el Ejecutivo federal el 2 de diciembre de 1977, siendo la constitución publicada en el Diario Oficial de la Federación el 9 de enero de 1978 e instalada oficialmente el 8 de febrero de 1978. Por los tiempos, destaca la eficiencia entre la aprobación y la formalización, distando apenas nueve semanas.
Llama la atención que, desde hace más de 40 años, el gobierno federal hubiera percibido la importancia prioritaria de nuestra región, determinando instrumentos de planeación territorial como fue el Plan Regional de Desarrollo Urbano de la desembocadura del río Ameca (PRDUZPDRA) fechado en abril de 1979 y publicado en mayo del mismo año.
Estaba integrado por cinco partes: 1) ubicación y área de estudio; 2) aspectos normativos; 3) nivel estratégico; 4) ámbito de corresponsabilidad sectorial; y, 5) nivel instrumental. El enfoque y metodología de formulación fue novedoso incluyendo aspectos jurídicos, un diagnóstico a escala regional así como políticas de desarrollo urbano en un amplio espectro que incluía acciones de inversión pública, transporte y comunicaciones, distribución poblacional, criterios de infraestructura, equipamientos y servicios públicos, aptitudes del suelo, re-densificación, dotación de reservas urbanas, acceso al suelo a grupos de bajos ingresos, formación de vivienda popular, preservación del medio ambiente, drenaje y alcantarillado, recarga de mantos acuíferos, asentamientos humanos en zonas vulnerables, participación ciudadana y creación de nuevos centros de población.
El Plan Regional constituyó un instrumento novedoso y concurrente de los tres órdenes de gobierno, debiendo ser formulado de manera tripartita, sin embargo, fue elaborado por el gobierno federal. A pesar de sus capacidades operativas, en la práctica, no mejoró las condiciones de vida en la Bahía de Banderas ni se adelantó a los retos del desarrollo, aunque la debilidad no radica en el documento sino en la nula implementación, tarea olvidada por los “responsables” de ejecutarlo. Así, dejamos pasar una magnífica oportunidad para acercarnos a la prosperidad de escala regional.