La diferencia entre fallar bien o fallar mal en un emprendedor
Empresa Familiar / Por C.P.C. y M.I. José Mario Rizo Rivas
Todos los días hay emprendedores que fallan. Algunos fallan bien, otros fallan mal. ¿Cuál es la diferencia?
Cuando Guillermo del Toro ganó el Oscar a Mejor Película por “La forma del agua”, el cineasta tapatío vino a Guadalajara a dar una serie de conferencias para la juventud de nuestra ciudad. Fueron varias horas y días de pláticas en un teatro de Guadalajara, pero entre todo lo que se dijo, una de las frases que más huella dejaron en mi mente fue la siguiente: “El fracaso y el éxito son dos puertas sin número, una al lado de la otra. Todo lo que uno puede hacer es tocar”. Esta frase me agrada porque es verdad: es fácil decir, ya a toro pasado, por qué razones tuvimos éxito o por qué razones fracasamos. Pero a priori no es tan sencillo; cuando nos lanzamos a la aventura de emprender, éxito y fracaso son casi indistinguibles. Aun así, lo que nos queda es seguir intentando, aprendiendo e intentando de nuevo. Como bien lo dijo Vince Lombardi, “los que renuncian nunca ganan”.
El gran problema de los emprendimientos que mueren es porque no saben validar sus ideas de negocio o, mejor dicho, las suposiciones que tienen sobre su producto o servicio y los hábitos o necesidades de su mercado meta. Además de cómo conseguir ideas de negocio para validar. Lo que hace falta mencionar es lo último, y quizá lo más importante: la ejecución. “No es sobre las ideas. Sino sobre hacer que estas se vuelvan realidad.” Scott Belsky .
Con ejecución me refiero al momento de la verdad, cuando la idea de negocio deja de ser una idea y se vuelve realidad: cuando empezamos a vender. ¿Qué necesita un negocio para tener éxito? ¿Una gran estrategia? ¿Un gran presupuesto? Nada de eso. Un negocio necesita clientes. Aunque sea uno. Porque es el cliente quien nos compra, nos da la experiencia, la retroalimentación y el conocimiento para mejorar y crecer. Muchos emprendedores no pasan de la idea de negocio, por lo que nunca pasan de ser emprendedores de papel. Para todos ellos, aquí hay tres consejos que me gustaría compartirles:
No hay idea de negocio perfecta
Muchos emprendedores son presas de la parálisis por análisis. No quieren dar el salto hasta no tener un plan de negocios perfecto, hasta no anticiparse a cada posible escenario. Entonces investigan, e investigan, y documentan, y pasan los días y las semanas y el negocio no ha arrancado. Validan, pero después quieren volver a validar. Pero la validación es antes y durante las ventas, no solo antes. Si la idea de negocio todavía no es perfecta, pero resuelve una necesidad, tu cliente te comprará incluso si el producto o servicio no es perfecto. Claro, debes seguir perfeccionándolo, pero hay que entender que nunca habrá una versión definitiva de tu producto o servicio, pues el mercado y los clientes cambian. Tan solo basta con recordar cómo se veía Amazon en sus inicios, cuando tan solo era una librería.
No te cases con una idea de negocio
En el mundo hay tantas ideas de negocio como problemas por resolver existen. Si tu idea inicial no funciona, no te desesperes, cámbiala. ¿Tu producto o servicio iba para cierto mercado, y resulta que quien lo adoptó es otro segmento? ¡Perfecto! Acertaste a un mercado que quiere tu producto o servicio, incluso sin saberlo. Cuando inició, Uber era un servicio exclusivo de limusinas. Hoy incluso te lleva las compras del supermercado a la casa. Es así de simple.
Fallar no es fallar si lo sabes hacer bien
Como decía Darwin, las especies que sobreviven son las que son más adaptables. Los grandes inversionistas no apuestan por una idea, sino por el equipo de emprendedores, porque saben que un buen equipo puede darle la vuelta a una mala idea, pero no hay incluso una buena idea que pueda ser bien ejecutada por un mal equipo. Fallar es parte del estilo de vida del emprendedor, porque fallar no es realmente fracasar, es aprender. Como Guillermo del Toro, hay que ir a tocar la puerta del éxito; a veces nos abrirá el fracaso, pero siempre habrá otras puertas por abrir. La clave está en ser flexible, en no casarse con una idea y hundirse con ella. Al final, emprender se trata de resolver un problema, no de forzar una solución. Si la solución no es viable, no cambies el problema, solo cambia la solución.
Emprender es toda una aventura que guarda grandes enseñanzas, no solo en el ámbito profesional, sino también en el personal. Como podemos ver, estas habilidades, que al final tienen que ver con nuestra capacidad de resiliencia, son útiles en casi cualquier otra faceta de nuestra vida, pues así como no hay que tener miedo de saltar a la acción en un emprendimiento, tampoco hay que temer a vivir la vida. Aprender del fracaso, es necesario e indispensable para lograr mejores emprendedores. Realmente no existe ninguna metodología perfecta que te permita crear un negocio exitoso sin sufrir tropiezos en el camino, que tenemos que capitalizar para seguir aprendiendo y mejorado el modelo de negocios. “Tienes que ver al fracaso como el principio y el punto medio, pero nunca como el final.” Jessica Herrin