Sus amigos le iban a apoyar, ¡pero con el entierro!
Medicina Familiar / Dr. Marco Antonio Inda Caro / Médico de Familia
Esta situación cada vez es más frecuente, adultos mayores nacionales y extranjeros abandonados por sus familiares, sin mujer y sin hijos, como exiliados al olvido.
De joven fue a luchar a Vietnam, no ganó ninguna medalla, solo fue y vino, no se le conoció mujer alguna, ya retirado, solo y sin perro que le ladre, vino a vivir a este puerto, donde de andar del tingo al tango se dio el lujo de rentar un pequeño condominio en una lujosa torre con una renta de 40 mil mensual.
¡Fumaba 2 y media cajetilla de cigarros al día! Prácticamente no hacia otra cosa que fumar, uno tras otro, bajándose la espesa saliva con tragos de ron o whisky, esa sensación de flemas pegajosa que expiran los fumadores crónicos secundarios al exceso de humo que tiene que limpiar sus fimbrias pulmonares las cuales no se daban abasto.
Solo dormía, fumaba, tomaba alcohol, acostado viendo tele, se levantaba solo al baño, no se bañaba, con la misma ropa, no comía porque nunca se enseñó a cocinar y cuando lo hacía era porque un pariente postizo le llevaba.
Un día, a sus 70 años inicio con síntomas de dolor precordial asociado a una sensación de que al tragar se le atoraba la comida solida por detrás del esternón, agregándose tos con sangre en accesos, presentando vértigo al final de la tos; de tanto y tanto pedirle el sobrino postizo que se revisara, logro acudir con un médico cirujano endoscopista, mismo que le encontró cáncer del esófago del cual nunca dijo el resultado, solo lo sabían él y el cirujano.
Él continuó con su vida cotidiana, comiendo menos por la sensación de obstrucción esofágica. Su sobrino postizo que tenía una panga, lo llevaba a pasear y pescar durando horas aislados, tomando, fumando y riéndose de la vida, murmurando de los deleites de los placeres no carnales.
Posteriormente presentó sensación de falta de aire, decaimiento general y cansancio extremo, se valoró con una radiografía de tórax dentro de su condominio ya que no podía pagar un hospital, demostrando una neumonía en su pulmón izquierdo. Los estudios de laboratorio no mostraban una patología aguda, sin embargo, como pudo y pasando la tarjeta por la terminal, se atendió por 4 días, controlando el mal pulmonar.
Se le logró sacar del condominio para la toma de una tomografía de tórax revelando cáncer pulmonar con probable metástasis. La tarjeta de crédito ya no pasó, su banco la bloqueó al quinto día y se le retiró al personal de enfermería y su asistencia médica, es aquí cuando se le exigió al cuidador principal dar aviso a los familiares que se sabía que tenía, ya se le había solicitado previo, pero él no aceptaba que sus familiares se enteraran de su mal, un hermano de más de 30 años que no lo veía y su hermana que dependía económicamente de él, los cuales ambos vivían en Estados Unidos, nadie vino a verlo.
Sus viejos amigos de guerra cuando se enteraron, comentaron que le iban a mandar ayuda económica solo si fallecía. Al décimo día falleció, ahí en su condominio, sin poder legal alguno para el cuidador, al parecer ni bienes tenía, se hablaba de una cuenta a plazos que no se supo en que banco la tenía, pues ni papeles existían.
Dijeron los que lo conocían, al menos no murió en la calle, tirado, abandonado, desaliñado como muchos extranjeros que hacen su último viaje con la intención de ya no regresar. Así quiso, dijo el personal, morir en el olvido, con una vida de excesos, forzando su capacidad vital, intoxicado por el alcohol y las más de 70 sustancias cancerígenas que tiene el cigarro.
La senectud no es una suerte de la vida, es librar día a día los obstáculos de la muerte.