100 sueños compartidos
La ciudad imaginada / José Alfonso Baños Francia
Han pasado más de dos años cuando comenzamos con la aventura de narrar crónicas territoriales y urbanas, y en aquel momento, no teníamos ni la más remota idea de que llegaríamos al punto donde nos encontramos ahora.
El objetivo de esta columna, ha sido ofrecer un espacio de reflexión crítica sobre el proceso de desarrollo en la zona metropolitana de Puerto Vallarta y Bahía de Banderas, procurando observar algunas particularidades del intenso proceso de transformación territorial impulsado por la actividad turística.
Partimos de la premisa de considerar al entorno geográfico y urbano como un objeto de estudio riquísimo, insistiendo en que es el ámbito por excelencia para el encuentro e intercambio de bienes, saberes y experiencias.
También hemos querido rendir homenaje a la belleza de la región donde nos encontramos, la cual dispone de un rico capital social, así como de particularidades ambientales generadas por la compleja interacción de ambientes marinos y terrestres, resultando en el polo de desarrollo estratégico que es hoy.
Durante el trayecto, buscamos sensibilizar al público sobre tendencias a escala global, nacional y local; una de las principales ha girado en la activación de la participación ciudadana, en los asuntos públicos bajo el supuesto de que la información y coordinación son piezas fundamentales para llevar a cabo profundas transformaciones sociales en un escenario de mediano y largo plazo.
Hace dos años no imaginábamos que la aldea global enfrentaría un gran reto sanitario, asociado a la propagación del virus del Covid-19 que tantos estragos ha causado, así como los cambios que supuso en nuestra vida cotidiana. Aunque parece que se ha logrado capotear la tormenta, es predecible que nuevos desafíos habrán de ser atendidos, como son las transformaciones por efectos climáticos.
Por lo que respecta a la gestión metropolitana regional, se logró formalizar una estructura institucional que en teoría proveería de resultados a los retos acumulados, pero en la práctica, los resultados son escasos o comunicados con deficiencia.
También fuimos testigos del aprovechamiento privado de funcionarios encargados de la planeación y gestión urbana en ambos municipios de la bahía. Aunado a ello, se facilitó que poderosos intereses inmobiliarios marcaran la agenda y forma de hacer ciudad, dejando una estela de daños difíciles de calcular pero que son evidentes.
La mentalidad extractiva y el afán por sacar provecho de toda actuación, ha tensionado los sistemas locales y supuesto mucho daño para la convivencia social. Ello se tradujo en eventos como derrumbes, rupturas en la infraestructura básica, contaminación, desbordamiento de ríos, violencia y una movilidad que se enreda día con día.
Agradezco a los lectores de esta columna. Estoy convencido de que, a pesar de los enormes retos y problemas que enfrentamos, hay suficiente capacidad territorial y humana para alentar la prosperidad en esta porción del planeta tan hermosa donde nos tocó vivir.