Sexualidad relativa

Psicosíntesis / Psic. Demetrio Hernández Llamas

Ya desde Freud se estableció cómo se constituye la sexualidad humana y que no es relativa solo a lo genital

Nuestras relaciones sociales y de pareja están atravesados por el sistema que hoy sabemos es patriarcal heteronormado, es decir, que obedece a la idea de familia donde el padre es quién provee de recursos y la madre es la cuidadora-educadora y trabajadora en casa en la mayoría de los casos, además que la estructura sistémica considera que la única posibilidad es de las parejas que llamamos “tradicional”.

Este esquema parece generar libertad e independencia en las mujeres, pero en muchas ocasiones las desigualdades estructurales y las normas de género limitan las opciones y la movilidad de las mujeres. Lo que pareciera una victoria en las luchas laborales por la equidad e igualdad sustantiva entre hombres y mujeres, perpetúa en muchas ocasiones roles de género impuestas, donde influyen también otras circunstancias socioeconómicas, puesto que el trabajo de la mujer no es por simple libertad, sino la necesidad de las mismas a poder tener un ingreso mayor, porque ya los hombres no logran cubrir todos los gastos familiares por el deterioro salarial y la disminución del poder adquisitivo del mundo mercantil, o bien porque el padre de familia simplemente decide separarse de su pareja y dejan a cargo de todas las responsabilidades a las esposas, esto ha traído diversos cambios en las vidas familiares en las últimas décadas.

El mismo sistema patriarcal heteronormado, apoyado como lo mencionamos con otras desigualdades estructurales, perpetúan cómo nos relacionamos en el amor. Estas estructuras imponen roles de género rígidos y expectativas sobre las relaciones románticas, lo que refuerza dinámicas de poder desiguales y limita la libertad de las personas para definir sus propias experiencias amorosas. Esto incluye la idealización del amor romántico como una relación de pareja heterosexual, en la cual las mujeres suelen asumir roles de cuidado y sumisión, mientras que los hombres asumen roles de proveeduría y dominación.

Narrativas de desigualdad

Otras influencias en cómo nos relacionamos con el otro, que perpetúan desigualdades y pueden dificultar la formación de relaciones basadas en la igualdad y el respeto mutuo, son el de la media naranja, que hay una pareja predestinada, y es la opción única posible, aquí es donde el sistema además de las características antes mencionadas, está basado en el mito de la monogamia.

En muchos casos el modelo de convivencia monógama no responde a las necesidades de la ciudadanía, y prevalecen creencias como que las relaciones eróticas solo se satisfacen con la persona amada y que de no hacerlo es que no se ama de verdad, entre otros mitos relativos.

Basta asomarnos a las vidas ordinarias para poder apreciar que estos mitos ya son insostenibles como regla general, y están cada vez más cuestionados, no obstante que hay instituciones y grupos que siguen defendiendo el modelo de la familia tradicional, y que también es válido y respetable, pero para quien lo desea ejercer de esa manera, y las imposiciones están fuera de lugar.

Otros paradigmas

Este contexto también pone en tela de juicio lo que la sexualidad significa, ya desde Freud se estableció cómo se constituye la sexualidad humana y que no es relativa solo a lo genital, y cómo este proceso de desarrollo psicosexual se establece por una serie de situaciones que incluso escapan a la voluntad consciente de los sujetos.

Es este punto en que las orientaciones de pensamiento de la sexualidad médico biológica marcan una división muy importante en las apreciaciones de la constitución de la sexualidad, ya que el borramiento de lo inconsciente en la ecuación y el atravesamiento del lenguaje en los sujetos, remite a explicaciones neuronales o de organicidades que no terminan por dar una explicación clara de porqué y como se establecen las identidades de género, las orientaciones erótico-sexuales y las expresiones comportamentales de la sexualidad.

Pareciera que el discurso de los sexólogos habla de un sujeto, que, al vivir una crisis en su sexualidad, es un asunto de técnicas y de aceptaciones operando desde lo consciente asignando tareas a casa, brindando orientaciones socioculturales o cuando ya no les alcanza remiten a un especialista del área psiquiátrica o psicológica al consultante.

Sexualidad e interacción

La experiencia clínica del psicoanálisis ha mostrado, por una parte, que la sexualidad del sujeto se constituye a partir de la interacción con el otro, es decir con su cuidadora o cuidador, que esa relación se da en un contexto determinado donde hay un lenguaje al que el bebé se incorpora, que su cuidadora es un sujeto también deseante, que su lugar como ser puede o bien traer ciertas satisfacciones o frustraciones a sus padres o cuidadores, que la dinámica de interacciones no solo están envueltas en los discursos y deseos, sino que además el bebé les puede o no asignar determinados significados a los fenómenos de su entorno muy singulares, pero sobre todo, que estos momentos constitutivos se dan en momentos que quedan inconscientes para el mismo sujeto, o que cuyos contenidos pueden ser reprimidos y olvidados, pero además, que estos contenidos pueden ser recreados por la memoria y el deseo de quién los refiere, y que la constitución de la sexualidad no es algo lineal como si el niño o niña desde muy pequeños ya tuvieran plena conciencia de su lugar en el mundo al que son arrojados como diría Heidegger, desconociendo incluso esto que Freud ha documentado muy bien en las fases del desarrollo sexual que no son etapas a saber oral, anal, fálica y genital.

Este desarrollo teórico-práctico de más de 120 años, sigue marcando una diferencia con aquellos que consideran que la sexualidad es un tema de aprendizajes o cambios cognitivos, solamente desde el modelo de lo consciente, es decir, desde solo lo yoico, excluyendo de la fórmula los fenómenos inconscientes y los avatares del lenguaje en la sexualidad humana.