La nostalgia alimenta el alma

Para aprender a vivir, debemos de aceptar lo que poseemos

Las fiestas del pueblo deben de ser del pueblo, y no de unos cuantos, urgen nuevos promotores que realmente se sientan muy mexicanos y vallartenses para volver a hacer sentir la gallardía de nuestra gente

Lo que era todo un acontecimiento, era asistir a la calle Morelos frente a la plaza principal, ya que, en estas fiestas guadalupanas, nuestros charros jugaban sus mejores suertes

Joaquín Humberto Famanía Ortega

Red Interna

“Cuando las horas pasan lentas en mis momentos de alegría, suspiro siempre noche y día, y me pregunto ¿qué es el amor?” Así es como inicia una bella canción que me gusta mucho; realmente una profunda inspiración de quién la escribió, con un sentimiento que va más allá de un simple amorío, es todo un poema de la realidad, cuando uno se pregunta quién soy.

Al buscar la salida a cualquier conflicto, se llega a la conclusión de que el mejor camino será la comprensión a la propia naturaleza como ser humano.

A través de los años que me ha permitido Dios vivir en este rincón de ensueño, Puerto Vallarta Jalisco, he comprendido el porqué de este encantador lugar que lo hace a uno vibrar de alegría, como si fuese un imán cuando lo conoces que no te deja salir y te embruja. Muchas son las personas que me lo han dicho, que posee en sus entrañas una savia que hace recorrer el cuerpo cuando te pones a contemplar su mar, sus montañas, sus calles, su ambiente y disfrutas de la amabilidad de su gente.

Amar la tierra

Quienes por azares del destino tuvimos que ausentarnos algunas veces de esta tierra noble, en nuestras mentes y corazones, nunca deja de latir el tictac del tiempo que nos dice “regresa”. Es algo que brota, lo sientes, te enloquece, sobre todo cuando existe un cariño inmenso. Es así como sus hijos pensamos, que somos parte profunda de sus raíces. Fuimos creados para amar toda la vida, por eso el sentido de la amistad la valoramos mucho, es el detonante de la relación humana que nos da un valor muy especial; afirmo, somos parte de esa magia.

Ahora comprendo cómo mi padre y mi madre se enamoraron en este rinconcito del cielo, buscando el que su familia se formara, e inclusive participaran en su propio desarrollo. Desde la niñez, gozando de las excelentes relaciones entre la comunidad, nunca hubo distinciones de clases sociales, vivimos como en una sola casa familiar en paz y armonía placentera, con bases profundas y arraigadas de hijos bien nacidos. Valores que se nos impregnaron en nuestra mente y corazón dotándonos de mucha fortaleza para resistir los avatares de la vida.

Sentido de pertenencia

Recuerdo en aquellos tiempos al escuchar las campanadas de la Iglesia de Guadalupe, llamando a los diferentes servicios religiosos, brotaba en nosotros un sentido de pertenencia hacía las cosas espirituales. Su párroco, Don Rafael Parra Castillo, invitaba a participar al pueblo de una forma activa a eventos religiosos, buscando la cordialidad y el diálogo permanente de sus feligreses. Las fiestas patronales de la Virgen de Guadalupe, emotivas, llenas de fervor, esperadas durante todo el año, llegaban a disfrutarlas desde la sierra y lugares circunvecinos, innumerables familias.

Recuerdo a mis tíos y primos, a quienes esperaba con ansias para montar en sus corceles y escuchar sus cantos campiranos, asimismo las interesantes leyendas de sus pueblos.

Las fiestas del pueblo

Lo que era todo un acontecimiento, era asistir a la calle Morelos frente a la plaza principal, ya que en estas fiestas guadalupanas nuestros charros jugaban sus mejores suertes, una de las que más me gustaba era la de los listones de colores, que a gran velocidad en sus caballos tenían que engancharlas en sus aros. Por otro, lado la de los gallos enterrados en la tierra que tenían que levantarlos corriendo en sus potros; bellos tiempos, por fortuna siguen con la tradición de la charrería, nos hace sentirnos muy orgullosos de estos formidables charros mexicanos y sus hermosas adelitas, que participan efusivamente en la fiesta charra mexicana.

Las fiestas del pueblo deben de ser del pueblo, y no de unos cuantos, urgen nuevos promotores que realmente se sientan muy mexicanos y vallartenses para volver a hacer sentir la gallardía de nuestra gente. Con todo el debido respeto a quienes gustan de practicar diferentes actividades no propias de una región, que posee tradiciones y costumbres sanas, y que hoy en día parece que se esfuman de una manera vertiginosa; los invito a ser parte.

Para aprender a vivir, debemos de aceptar lo que poseemos, solamente de esta manera se puede alcanzar una vida plena. Sabedores que cuando en esta tierra donde vivimos nos da todo, somos muy privilegiados, me pregunto ¿qué debemos hacer para buscar el interés de todos? La verdad me da lástima sentir a veces el desprecio por nuestras cosas sacrosantas, empezando por el respeto a la propia familia y terminando con nuestra relación fraternal hacia el prójimo; ojo mucho ojo, estamos a tiempo de evitarlas, hagamos unidos trascender nuestras profundas raíces.

El jardín de niños Ignacio Luis Vallarta

Cuando llegan los recuerdos, siempre los relaciono con todos aquellos momentos de profundo aprendizaje. La educación desde la preprimaria, en donde se encuentra el jardín de niños Ignacio Luis Vallarta por la calle de Pípila en el centro de la ciudad, cada vez que paso por su ubicación, recuerdo el murmullo de los niños, cantando, contando, saltando y gritando las primeras letras vocales y del abecedario. Con profundo respeto y devoción, recuerdo a mis maestras, que se dedicaban con mucho profesionalismo a nuestra formación, sobre todo por el trato tan humano que recibíamos, siempre sonrientes demostrando su vocación.

Escuela 20 de Noviembre

La escuela primaria 20 de Noviembre, ícono de la educación que ha sabido ganarse la admiración de todos quienes hemos pasado por sus aulas. Infundir el amor a la Patria, a la familia, a nuestros compañeros, y la enseñanza como pilar fundamental en el paso por la vida, fue tarea fundamental de nuestros amados maestros. Quererlos como nuestros segundos padres, es sentirlos dentro de nuestra alma, siempre brotará el eterno agradecimiento a su labor docente. Honor a quien honor merece.

Dicen que una autoridad tiene vigencia mientras se mantiene dentro de los límites del bien, y la verdad, no cabe la menor duda que en materia de educación en esos tiempos la ejercían a cabalidad. Debemos siempre tener presente que el ser humano es limitado, que todos estamos sujetos a errores, exageraciones muchas de las veces o también aprovecharse de los demás.

Ahora es tiempo de evaluar a quienes tienen esta responsabilidad. El educar es un privilegio, por eso quienes ejercen esta noble profesión con ética, reciban el reconocimiento, ya que por ustedes obtuvimos las herramientas necesarias para abrirnos el espacio a la prosperidad.

La ETI 49

Fue un gran atino militarizar la educación secundaria, me refiero a la ETI 49, grandiosa escuela donde se nos forjó el carácter, ¡cuántas experiencias!, su plan de estudios formidable. Jóvenes de ambos sexos convivimos con mucho respeto, la disciplina fue base fundamental para nuestras vidas, hoy en día nos ha servido de mucho a quienes fuimos egresados de esa institución benemérita. Nuestro uniforme portado con gallardía y nuestro himno que nos hacía vibrar de emoción y entrega a nuestra escuela.

Debemos con intenso amor el ser siempre agradecidos. Propiciemos liderazgos donde sean personas honestas, generosas, olvidadas de sí mismas y entregadas a los demás. Somos una comunidad solidaria y hospitalaria que tiene valores familiares notables que la colocan por encima de muchos otros pueblos del mundo, donde la familia esta muy deteriorada. Por eso cuidémosla, nuestros valores nos darán garantía de progreso.