Hablemos de la intimidad

El exhibicionismo entonces en nuestro contexto, viene a ser uno de los factores que dinamitan el espacio de la intimidad convirtiéndose en una especie de “extimidad”

Por: Demetrio Hernández Llamas

Con el uso generalizado de las tecnologías de la información y la  comunicación, y en particular con el establecimiento de las redes  sociales en la vida ordinaria, la intimidad de las personas está teniendo un cambio subjetivo trascendente, donde se ha venido cada vez más  desvirtuando, incluso hasta borrando lo que entendemos por lo íntimo.

Tal parece que al integrarse las redes sociales a nuestras vidas, para muchas personas se han convertido en espacios donde pueden exaltar aspectos que hasta antes eran desconocidos para las personas cercanas, de pronto muchos han optado por mostrarse continuamente cual si fueran personajes de telenovela o el gran artista desconocido, en general se ha procurado ser y estar visibles para los otros muchas veces en menoscabo de su propia intimidad.

El exhibicionismo entonces en nuestro contexto, viene a ser uno de los factores que dinamitan el espacio de la intimidad convirtiéndose en una especie de “extimidad”. Sin embargo, esta fragmentación de lo íntimo también se puede apreciar en los núcleos sociales, y pareciera que el respeto por los asuntos privados de los otros dejara de tener importancia, que las situaciones muy personales pueden ser objeto indiscriminado de comentarios o hasta críticas y burlas,  como  en un afán de “cuéntalo todo”,  dejándose poco espacio para lo más exclusivo en las interacciones públicas.

Es  frecuente que algunos  adultos, incluso a menudo los propios padres, sean quienes “muestran” a  personas cercanas  las intimidades de sus hijos o de los niños en general,  sin advertir los efectos que posteriormente esto generará en la vida emocional de los mismos. De alguna manera se hace una especie de voyerismo social,  pues en cierta forma  se “desnuda” lo que convendría fuera muy privado.

Otro de estos “ataques” a la intimidad, es cuando los padres hacen participes a sus hijos o incluso a sus familias extensas, de aspectos que sólo les pertenece exclusivamente a la pareja, lo que es su vínculo más estrecho y no solo en cuanto a la sexualidad se refiere, sino a los encuentros y desencuentros que personalmente tienen, a lo que es muy suyo. Esto en muchas ocasiones pareciera no importar mucho para algunas parejas, y mucho menos cuando por algunas razones se produce la ruptura de la relación, ya que es cuando se vierten los “secretos” o los aspectos más vulnerables del otro, incluso aun cuando existe la posibilidad de volver a restaurar la relación en el futuro.

Si hiciéramos  una encuesta con adolescentes y adultos, preguntándoles si alguna vez alguien “traicionó”  su confianza, seguramente tendrían esta experiencia, pues es muy usual y humano tener la necesidad de hablar con alguien de cosas que no se platican con casi nadie,  mas no siempre esta información muy personal se queda solo en conocimiento de nuestros confidentes, cuando ocurre esto se pierde esa posibilidad de volver a tenerle confianza a esa persona o hasta se llega a  terminar la amistad,  si no es que hasta se inicia una enemistad de por vida.

Confiar a alguien sus cosas no es algo que se consiga con facilidad, y  cuando se logra es  porque creemos en la persona a la que compartimos nuestros asuntos más penosos, más  personales,  es decir, más íntimos. Ponemos con este hecho  una parte vulnerable  de nosotros en oídos de las personas en las que más confiamos y esto tiene un valor muy importante, por ello cuando se exhibe ante terceras personas lo dicho en el marco de la intimidad se realiza un acto que es considerado una agresión o como se dice comúnmente una traición.

Estamos perdiendo en algunos sectores este valor que es uno de los elementos que constituyen el tejido de las relaciones afectivas, tanto de amistad, de relación de pareja, como de relación con familiares cercanos. Las heridas a la  intimidad que en el pasado se vivieron  muchas veces   son el soporte de la resistencia a  acudir con el psicólogo o psicoanalista. Estos especialistas tienen en sus “manos”  una responsabilidad ética muy sustancial, y es  parte de sus propios procesos de formación, están obligados a  hacer  el análisis de todas las implicaciones que el manejo de la intimidad implica,  dado que es una de  las “herramientas” más importantes para el trabajo con los pacientes o analizantes según sea el caso. Comentarios: demetriohll@gmail.com