En “El Pinabete” no sólo hay corrupción, hay tristeza y decepción

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Ya son muchos días los que diez mineros llevan atrapados en la mina de carbón “El Pinabete” en el municipio de Sabinas, Coahuila. A pesar de los intentos de rescatistas voluntarios no han podido llegar a ellos, la esperanza de que sigan con vida cada vez son menores.

La institución responsable de estos accidentes a últimas fechas parece ser la Comisión Federal de Electricidad (CFE), misma que por su necesidad de adquirir carbón entrega contratos sin pedir una revisión de seguridad por parte de la Secretaría del Trabajo, incluso cuando existen denuncias laborales de por medio a las diferentes empresas.

A pesar de estas irregularidades, habría que decir que Manuel Bartlett, Director de la CFE, Luisa María Alcalde (Secretaria del Trabajo) y Tatiana Clouthier (Secretaria de Economía), no han dado la cara. Pareciera que es más importante ver la mañanera que ir a Sabinas a ver qué está pasando, cómo pueden ayudar o por lo menos, reunirse con las familias para brindarles un poco de esperanza o mostrarles empatía.

Por mientras, el gobernador de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme, disfruta de las riquezas que esta explotación de minas dan a su estado, y demuestra su capacidad para señalar responsables federales más no de apoyar con una solución viable para poder rescatar a estos empleados, que por poco más de 5 mil pesos mensuales arriesgan su vida diariamente desde la informalidad y con pocas garantías de seguridad.

Por si fuera poco, el gobierno decidió pedir ayuda a Estados Unidos y Alemania prácticamente hasta el día doce después del accidente. Algo que considerando la situación debió haber sido inmediato, recordemos que en esto el tiempo es fundamental para encontrarlos con vida y que entre más mentes y tecnología habrá un mejor resultado.

Hasta el momento no hay responsables por este accidente. Vaya, ni siquiera hay claridad de quién es el dueño de la empresa, pues se dice que quien aparece como propietario (Cristian Solís) es un testaferro. Todo indica que sus verdaderos dueños están vinculados al sector empresarial y político de Coahuila y Tamaulipas.

En “El Pinabete” no sólo hay corrupción, hay tristeza y decepción por no recibir el apoyo o la empatía que sus familiares necesitan. Por no aplicar la justicia y por tirarse la bolita unos a otros para evitar responsabilidades.

La indolencia del gobierno federal, estatal y municipal no sólo es el funeral de los valores, también de la imagen y reputación de sus involucrados.

Roberto Franco Briones

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