Denominación moral

Plumazos / Por Carmina López Martínez

La ética nos conduce a vivir bajo nuestro propio criterio con rectitud y actitud moral permanente, pero ésta no tendría sentido si actuamos por conveniencia

Es importante explicarse el mundo desde nuestro propio comportamiento, el cual es evidencia de las influencias sociales no de nuestra conciencia. El ser humano es violento, visto históricamente, hasta cierto punto eso le permitió sobrevivir a los embates de la naturaleza y lograr niveles de adaptación, los cuales pasaron de su contexto natural a convenios sociales.

Se observan normas que respetar, nada menos que ellas surgen de la ética en su manifestación denominada moral. Las derivaciones profesionales se diversifican y cada uno adopta la propia según sean las condiciones en la cuales se desenvuelve.

Podría ser la primera aproximación. Lo social determina lo que somos y buscamos como profesionales los ámbitos, o llamados contextos, son los elementos finos a los cuales debemos recurrir en un análisis permanentemente para saber quiénes somos y hacia qué lugar encaminamos nuestro hacer con base en el respeto y seguridad para nuestro prójimo.

Un hecho en específico ha proliferado en diversas profesiones, en el ejercicio del servidor público ha dañado en demasía la imagen de la política, ese mal social – me refiero a la corrupción- trastoca y a veces perfora el bienestar colectivo, no es otro síntoma social que la negativa a los valores éticos y profesionales que merman los derechos de los ciudadanos moralmente correctos. Hago énfasis en que la corrupción requiere de la complicidad grupal, es decir, ésta no se genera por las acciones de un sólo individuo sino de muchos.

Al mencionar corrupción amplío al rango del concepto, voy más allá del solo hecho de hurtar; pongo como ejemplo cuando un contador corrompe su código de ética profesional si actúa de forma ventajosa mintiendo a su cliente; lo mismo sucede con cada persona que asume la responsabilidad de dar un servicio transparente y confiable, pero decide por voluntad propia actuar incorrectamente.

La ética está en nuestras propias manos para conducirnos de forma moral, la cual depende del individuo en su libertad de decidir. La ética nos conduce a vivir bajo nuestro propio criterio con rectitud y actitud moral permanente, pero ésta no tendría sentido si actuamos por conveniencia, por episodios; como el reportero que viola la confidencialidad de su informante sólo por acaparar los titulares y ganar un incentivo o el Pullitzer; pasada la euforia retomaría su comportamiento apegado a su código de ética profesional.

Para Fernando Savater –en su libro Ética, Política, Ciudadanía- uno de los “principios generales de la ética en el nivel más absoluto” es respetar a los demás en la búsqueda de su destino, su dignidad, de encontrar la felicidad. Cada individuo tiene sus propios objetivos de vida y éstos no podemos bloquearnos manipulando la situación para nuestro beneficio.

Sobre el cuestionamiento principal que inspira este ensayo, me atrevo a dimensionar la participación ciudadana del profesional en el desarrollo de una sociedad equitativa, más consciente de la existencia de cada individuo y al margen del respeto de la dignidad del ser humano y la inviolabilidad de su existencia.

Como seres autónomos respondemos a un criterio personal y continuamente hacemos una reflexión sobre nuestra propia libertad. En el ejercicio profesional respondemos a un beneficio colectivo porque intercambiamos obligaciones y derechos, en ese punto nodal coincide el propósito de vida para alcanzar la plenitud o por lo menos lograr metas definidas en el plazo establecido por cada persona.

Puedo afirmar que la ética no es una solución mágica a todos los problemas sociales, como tampoco se trata de convertirnos en vigilantes pasivos de aquellos que realizan determinadas acciones, es ante todo una actitud que debe desembocar en acciones conscientes, sólo eso.

*Comunicóloga, responsable del área de difusión institucional del Plantel Puerto Vallarta arizbeth.lopez@univa.mx