De motivo en motivo

La mayoría de las veces al tener un motivo ulterior, se deriva a la carencia como complemento, al deseo oculto, la intención de obtener un beneficio
Por: M en E Marisú Ramírez Muñoz Letras Sahumerias masryram@msn.com

Cuando se tiene la tendencia a abrazarse al discurso superficial que acompaña a cualquier situación, llámese política, religiosa, económica e inclusive amorosa, siempre y cuando venga adornada por un bonito mensaje al que se pueda adherir, -y al hacerlo- no se llega a cuestionar qué puede esconderse detrás de cada motivo ni qué implicaciones se podrían tener.  

Con esta actitud, en el fondo egoísta y sin sustancia, lo único que se consigue es pervertir lo que podrían ser iniciativas potencialmente transformadoras de la realidad. Entonces, cuando se entra en simbiosis, se comienza a ver cómo nuestras intenciones afectan profundamente a otros y cómo, si se tienen motivos ulteriores de cualquier naturaleza en todos nuestros actos, se convierten en la falla que domina y somete a nuestro ser. Motivo ulterior -el motivo real detrás de cada acción- ahí es donde se nos juzga, no por lo superficial; se nos juzga por nuestro motivo ulterior.  

La mayoría de las veces al tener un motivo ulterior, se deriva a la carencia como complemento, al deseo oculto, la intención de obtener un beneficio, o la sobrevivencia en la jungla social o por el simple placer de satisfacer al ego; o el mayor de todos los motivos: acallar la conciencia. Por ello es importante reconocer si se tiene un motivo ulterior para deshacerse de todas las florituras y observarlo en su justa dimensión, eso es lo que se tiene que discernir.  

En contrapartida, ser impecable es vivir desde ese lugar ulterior, el motor de la vida y el impulso que hay detrás de cada cosa que se hace, se dice y se piensa. El ser impecable en nuestras acciones, relaciones y decisiones es una asignación determinante para todos. ¿Y qué tan común es esto? Ser bueno con alguien, excepcionalmente amable con alguien y no es por el hecho de ser considerado; implica un motivo ulterior, se quiere obtener algo de esa persona.  

Nadie escapa a tener un motivo ulterior, continuamente se llena de motivos y se derivan como excusas, se quiere, se desea y debe obtenerse a cualquier precio; ya sea una relación en cualquiera de los niveles, u obtener algo, un empleo, o permanencia en él, un vehículo, una casa, un puesto público. Lo que realmente se desea es el motivo ulterior y se usa la amabilidad como careta para obtenerlo.  

La complicación se da al realizar una revisión de lo que es el motivo ulterior, el reconocer que se tiene y cómo se llega a experimentar. El engaño es lo que se percibe como el objeto del motivo ulterior y el engaño es la intención que no es impecable.  

Ser impecable es cuando se está en la cima de una montaña y se tiene una mayor visión que la que se tiene abajo, donde el espeso bosque obnubila la mente y escasea la visibilidad; donde aterra la idea de desnudarse hasta llegar al límite del desapego de los motivos ulteriores, lo que significa un verdadero miedo a descubrir lo que en realidad se es o en lo que se podría convertir, pues se comparte una amistad verdadera y ventajosa con lo que se llama el yo sombrío.  

En otras palabras, se está ligado a creencias limitantes, acciones altamente destructivas y a los apegos que se crean con los verdaderos motivos y con las falsas caretas que otorgan los motivos ulteriores.    

Por ello, una de las cuestiones más difíciles de un ser humano es el llegar a ser integro, impecable, incorruptible… En teoría es contener en el alma lo que existe donde no hay espacio “el amor” el único pegamento que mantiene todo unido. Ese es el verdadero poder y sin necesidad de falsas caretas, motivos ulteriores, mucho menos perversas intenciones.