Comunidad para la paz

La ciudad imaginada / José Alfonso Baños Francia

La red de intereses que se tejen en torno al turismo ha incidido en prácticas que impactan las relaciones comunitarias

La red de intereses que se tejen en torno al turismo ha incidido en prácticas que impactan las relaciones comunitarias, a tal grado de poner en tensión el contrato social que nos aglutina.

Los impactos comienzan con acciones modestas, ya sea infringiendo “pequeñas” normas con tal de maximizar las ganancias bajo la excusa de compensar los riesgos que supone invertir en Mexico.

Para ello, hay que acercarse a quien tiene el poder de la firma y alterar (normalmente al alza) el marco normativo mediante una gratificación, ya sea en especie o en metálico pero sin dejar rastro en el sistema financiero.

Hasta aquí, el negocio parece marchar sobre ruedas, pero no faltarán agentes que noten lo irregular y comiencen a cuestionar el estado de las cosas, comunicándolo por medio de la prensa o redes sociales.

Bajo el rumor de la discordia, aquellos que violentaron las normas comenzarán a ponerse nerviosos, temerosos de verse descubiertos, pero aguantarán hasta cierto punto, mientras la inquietud no merme sus beneficios mercantiles.

Cuando algo grave o inesperado acontece al punto de poner en riesgo el “negocio”, se activarán las alarmas y emergerán alternativas para ponerse a salvo. La primera de ellas es ignorar las voces disidentes, sobre todo si no disponen de cajas de resonancia potentes. La segunda medida consiste en desacreditar al opositor, cuestionando la veracidad de sus dichos recurriendo a los mismos canales de difusión empleados. Si ello no produce efectos o se mantiene la firmeza en la denuncia, escalaran las medidas que en última instancia contemplan atacar físicamente al considerado como enemigo. “Soluciones” cómo estas, han sido desplegadas por todo el territorio nacional, tiñiendo de sangre a casi todos los rincones de nuestra patria.

En el caso de Puerto Vallarta, hace rato que se advierte la fuerza de poderes paralelos al Estado, que han crecido por la colaboración de autoridades que tenían la misión de proteger a todos los ciudadanos, no solamente a sus allegados. Y con tal de salvaguardar sus negocios, emergen estrategias donde la violencia parece ser el único argumento.

En este contexto parece situarse la agresión sufrida por la conocida periodista Susana Carreño en días pasados, evidenciando la vulnerabilidad que enfrentan los personajes comprometidos con la difusión de la verdad. Ella, sus colegas y otros defensores de los bienes comunes enfrentan cotidianamente el desamparo en la realización de sus tareas, sin que haya acciones de protección eficaces desde la esfera gubernamental.

El apoyo por las causas comunitarias solo puede venir de una sociedad informada y participativa, aunque los esfuerzos se pierden entre tantas distracciones y equívocos. La desinformación y manipulación mediática cobra cada día más adeptos a tal grado que cuesta trabajo distinguir las acciones reales.

Nos queda insistir en construir una comunidad para la paz, donde la justicia y prosperidad sean alcanzadas mediante la práctica de las virtudes humanas, como el trabajo, el respeto a las normas y el talento. De esta manera, trabajar para desterrar las prácticas viciadas donde el abuso y la mentira se han convertido en la moneda de cambio.